En el mundo hay “palo si boga… Palo si no boga”. Buscamos excusas para no dar crédito a las personas. La envidia nos ciega y nos impide reconocer en los demás sus éxitos y talentos. Jesús fue víctima de lo peor de esta realidad humana.
Juan el Bautista y Jesús eran primos. El primero preparó al segundo. Juan, con ayuno y limosna, llamaba a una conversión en preparación de la venida del Señor.
Jesús, el Mesías esperado, inaugura una nueva realidad. Una etapa de fiesta y alegría. Nos invita a unas “bodas” y “banquete”. No es necesario ayunar mientras el novio está con nosotros.
El evangelio nos invita a reconocer en las palabras y obras del profeta su importancia con respecto a nuestra conversión. Tu amigo, jefe, compañero de trabajo, o colaborador puede en un momento dado jugar el rol de profeta, de enviado por Dios para darte su mensaje o llamarte a conversión. No mires las apariencias, que si “come o ayuna” o que si “bebe vino o es abstemio”. Dios utiliza como instrumentos suyos diversos tipos de personas. ¡No juzgues al profeta! Escucha su mensaje con apertura de corazón y conviértete.
Leer:
Texto del Evangelio (Lc 7,31-35): En aquel tiempo, el Señor dijo: «¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación? Y ¿a quién se parecen? Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a otros diciendo: ‘Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonando endechas, y no habéis llorado’. Porque ha venido Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: ‘Demonio tiene’. Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: ‘Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores’. Y la Sabiduría se ha acreditado por todos sus hijos».