¿Podéis acaso hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el novio está con ellos

En los seres humanos hay una fascinación por lo nuevo y diferente. Nos llama la atención las últimas invenciones como teléfonos inteligentes, gafas y relojes de última generación, televisores con alta resolución; en fin, la innovación es algo que atrae y entretiene.

En los tiempos de Jesús existía una tradición o una vieja escuela. Las cosas se hacían según una ley dada por Moises pero abultada por los fariseos y escribas. Se normaba hasta la forma de sonarse la nariz (eso último es broma, obviamente).

Nuestro Señor viene con aires nuevos. Con su palabra nos invita a no preocuparnos tanto por el cumplimiento externo de la ley. Nos pide que centremos nuestro accionar en lo más importante. ¿Cuál es el punto central de la Ley de Dios?

Toda Ley revelada por Dios tiene su punto más importante y este es el AMOR. Tenemos al novio entre nosotros por tanto debemos estar en ¡fiesta!. Esto es símbolo de amor. Una novia está enamorada del novio. El amor es lo que más le preocupa. No ve sus defectos ni tampoco hay reglas que regulen dicho comportamiento amoroso.

Vivamos el día de hoy enamorados de Dios. Recordemos cuanto Él nos ama y seamos ¡felices! Eso es cumplir la Ley entera. ¡Shemá Israel!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 5,33-39): En aquel tiempo, los fariseos y los maestros de la Ley dijeron a Jesús: «Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y recitan oraciones, igual que los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben». Jesús les dijo: «¿Podéis acaso hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán en aquellos días».

Les dijo también una parábola: «Nadie rompe un vestido nuevo para echar un remiendo a uno viejo; de otro modo, desgarraría el nuevo, y al viejo no le iría el remiendo del nuevo. Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino nuevo reventaría los pellejos, el vino se derramaría, y los pellejos se echarían a perder; sino que el vino nuevo debe echarse en pellejos nuevos. Nadie, después de beber el vino añejo, quiere del nuevo porque dice: ‘El añejo es el bueno’».

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