Por el dedo de Dios expulso yo los demonios

Ayer la lectura nos invitaba a pedir una sola cosa importante: el Espíritu Santo. Jesús nos enseña que en la oración se nos da lo que pedimos e insiste en que pidamos lo que más puede hacernos bien y esto es el Espíritu de Dios.

El Espíritu Santo o “dedo de Dios” es la naturaleza misma del Señor. Se nos da gratuitamente mediante el bautismo y se nos renueva cada vez que lo pedimos y estamos preparados para recibirlo en nuestro corazón. ¿Alguna vez has experimentado su acción?

Se sabe si tenemos el Espíritu de Dios por sus frutos. Estos dones son diversos, algunos extraordinarios. Tenemos el don de sabiduría e inteligencia, el de ciencia y fortaleza, de piedad y de temor del Señor. Podemos, gracias a Él, hablar en lenguas e interpretarlas, curar en el nombre de Jesús y hasta expulsar demonios. ¿Cuál es el más importante de todos ellos?

Ciertamente Jesús nos ha mostrado cual es el don por excelencia que recibimos a través del Espíritu Santo: el amor. Dios nos da su misma naturaleza y esta es AMAR. Ese es el “ADN” divino. Amar hasta el extremo dando la vida por los demás y hasta por nuestros enemigos. Si tenemos el Espíritu de Dios perdonamos a los que nos hacen mal, amamos a nuestros familiares, amigos y compañeros de trabajo o estudio.

Si no tenemos el Espíritu de Dios en nuestro corazón, ese espacio “vacío” se llena de otras cosas. Vicios y “demonios” habitarán nuestro corazón si contristamos el Espíritu. Por eso es que debemos pedirlo todos los días. NECESITAMOS pedir a Dios que nos de todos los días su ESPÍRITU. Sólo así podemos mantener alejado el mal de nuestras vida mediante la preservación del bien máximo: EL ESPÍRITU SANTO.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,15-26): En aquel tiempo, después de que Jesús hubo expulsado un demonio, algunos dijeron: «Por Beelzebul, Príncipe de los demonios, expulsa los demonios». Otros, para ponerle a prueba, le pedían una señal del cielo.

Pero Él, conociendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, y casa contra casa, cae. Si, pues, también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo va a subsistir su reino?, porque decís que yo expulso los demonios por Beelzebul. Si yo expulso los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan vuestros hijos? Por eso, ellos serán vuestros jueces. Pero si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios.

»Cuando uno fuerte y bien armado custodia su palacio, sus bienes están en seguro; pero si llega uno más fuerte que él y le vence, le quita las armas en las que estaba confiado y reparte sus despojos. El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama. Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda vagando por lugares áridos, en busca de reposo; y, al no encontrarlo, dice: ‘Me volveré a mi casa, de donde salí’. Y al llegar la encuentra barrida y en orden. Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí, y el final de aquel hombre viene a ser peor que el principio».

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