Te seguiré adondequiera que vayas

Jesús anunciaba el reino de los cielos por todas aldeas y poblados. Su misión era llevar este mensaje de salvación. Esto nunca pensó en hacerlo solo. Es por eso que siempre se hizo acompañar de discípulos. A algunos les hacía un llamado explícito. Otros se invitaban ellos mismos.

Seguir a Jesús todavía implica hoy muchas cosas. Muchos no saben la dimensión o magnitud de semejante opción de vida.

Jesús es el hijo de Dios que vino a salvar al mundo ocupando el último lugar y siendo el servidor de todos. Esto significa que está dispuesto a mostrar el amor de Dios a todos los hombres y mujeres del mundo. Esta misión implica toda la vida. Es una forma de vida radical en el amor.

¿Estás dispuesto a seguir a Jesús? Pues lo primero que tienes que hacer hoy es amar. Ama a tu próximo cercano en la familia, trabajo o centro de estudio. A ese que te cae mal o que te sientes ofendido o distante con él o ella. Ama todos de una forma radical. Esto es seguir a Jesús. Esto es subir a la cruz con Él.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 9,57-62): En aquel tiempo, mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro dijo: «Sígueme». El respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre». Le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios». También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa». Le dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios».

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