El que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior?

Esta es la era del espectáculo y del “ayante”. Las personas están enfocadas de las apariencias. El como se ven, como visten, estar en forma, en qué dirán y demás vanidades son los elementos dominantes en el comportamiento de los seres humanos. ¿Esto da la felicidad?

Desde siempre ha esto se le ha llamado VANIDAD. El Eclesiastés dice, vanidad de vanidades son todas cosas, haciendo referencia a que las cosas pasan en este mundo y no hay donde aferrarnos y apoyarnos. No los afectos ni el dinero pueden evitar en terminemos en la tumba, destino final de pobres y ricos, de poderosos y humildes.

Si queremos ser felices, VENDAMOS LOS BIENES. Esto quiere decir que no busquemos poder ni dinero, antes bien busquemos ser libres de todas las ataduras de este mundo. Seamos humildes y cultivemos nuestro ser interior. Encontremos a Dios donde podemos encontrarlo… en nuestro corazón.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,37-41): En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, un fariseo le rogó que fuera a comer con él; entrando, pues, se puso a la mesa. Pero el fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las abluciones antes de comer. Pero el Señor le dijo: «¡Bien! Vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad. ¡Insensatos! el que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior? Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros».

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