El que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior?

El cristianismo no es una religión, ni una filosofía, ni un moralismo. El cristianismo es la experiencia de encuentro personal y profundo con el salvador del mundo entero, Jesucristo, nuestro mesías. Para ser cristiano es imprescindible haber experimentado el amor de Dios, sentir que perdona todos nuestros pecados y nos invita a una vida nueva.

La fe no puede vivirse en las exterioridades. La experiencia cristiana no es un conjunto de ritos externos que si se cumplen fielmente nos aseguran el cielo y nos hacen ver bien ante los demás. La práctica cristiana no debe quedarse en la forma, debe ser parte integral de la vida interior.

Dejemos atrás los falsos conceptos y experiencias divinas. Pidamos a Dios que nos permita vivir en los hechos como lo sentimos en el corazón. No nos enfoquemos en prácticas carentes de sentido. Amemos a Dios y a todos nuestros prójimos con todo el corazón, el alma y las fuerzas. Solo así seremos cristianos íntegros que reflejamos por fuera lo que somos por dentro. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,37-41): En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, un fariseo le rogó que fuera a comer con él; entrando, pues, se puso a la mesa. Pero el fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las abluciones antes de comer. Pero el Señor le dijo: «¡Bien! Vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad. ¡Insensatos! el que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior? Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros».

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