He ahí el Cordero de Dios

Jesús ha nacido en la tierra para morir por todos nosotros. Él es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo y que viene salvarnos de todo mal. Estamos llamados a ser testigos de ese hecho, testigos de su amor.

Juan El Bautista invitó a sus discípulos a seguir a Jesús. Él era precursor y testigo de que Dios había querido enviar a Jesús, el Cristo, a salvar a toda la humanidad. Así también nosotros podemos dar un testimonio valiente de esperanza y amor en medio de tanto miedo por el COVID-19 y otros males que afectan a la humanidad.

¡Nunca dudemos del amor de Dios! La navidad es tiempo donde el Señor se manifiesta como un Dios cercano, que conoce nuestro sufrimientos y que se ha hecho carne para darles sentido en la encarnación de Jesús. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 1,35-42): En aquel tiempo, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios». Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?». Ellos le respondieron: «Rabbí —que quiere decir, “Maestro”— ¿dónde vives?». Les respondió: «Venid y lo veréis». Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día. Era más o menos la hora décima. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Éste se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías» —que quiere decir, Cristo—. Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» —que quiere decir, “Piedra”.

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