Nadie rompe un vestido nuevo para echar un remiendo a uno viejo

Lo siempre nuevo es el amor de Dios que lo colma y sana todo. Lo viejo es la ley moralista que acusa y divide la humanidad entre buenos y malos. Lo nuevo es la misericordia. Lo viejo es la acusación y el señalamiento injusto.

Jesús vino al mundo para inaugurar una nueva era. Dios muestra en sus acciones la verdadera naturaleza divina qué consiste en amar sin límites. Nuestro afirmó que “no ha venido por lo sanos o buenos sino por los enfermos”.

En este día sería una bendición que renováramos nuestra alianza con Dios, alianza de amor. Experimentaremos su perdón y la conciencia de saber que Dios nos ha amado cuando hemos sido pecadores y con su amor nos transforma en sus hijos.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 5,33-39): En aquel tiempo, los fariseos y los maestros de la Ley dijeron a Jesús: «Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y recitan oraciones, igual que los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben». Jesús les dijo: «¿Podéis acaso hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán en aquellos días».

Les dijo también una parábola: «Nadie rompe un vestido nuevo para echar un remiendo a uno viejo; de otro modo, desgarraría el nuevo, y al viejo no le iría el remiendo del nuevo. Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino nuevo reventaría los pellejos, el vino se derramaría, y los pellejos se echarían a perder; sino que el vino nuevo debe echarse en pellejos nuevos. Nadie, después de beber el vino añejo, quiere del nuevo porque dice: ‘El añejo es el bueno’».

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