Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre

El Papa Francisco publicó hace dos años la exhortación apostólica Amoris Laetitia. En ella se aborda el tema de la familia y el matrimonio. En relación a la unión de un hombre y mujer, lo dicho por Jesús y transmitido por la iglesia permanece invariable. Se ha dicho que: lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.

Ciertamente, se reconoce en el documento pontificio que esto resultado una utopía difícil de cumplir. En un siglo XXI marcado por el individualismo y los cambios profundos en la cultura y valores de los pueblos; el mundo no cree en las relaciones humanas perdurables en el tiempo. Antes que eso, hay una lógica de praxis instrumentalista que nos lleva a ver todo en clave de beneficio: si me conviene lo hago, si no, lo dejo de hacer. Es decir, si algo me beneficia contínuo con ello, si por el contrario me hace daño lo descarto inmediatamente. Ya nadie predica la paciencia, el perdón profundo y la reconciliación permanente. Al contrario! La moda es la intolerancia, la justicia a puños y la no aceptación de los defectos de los demás.

La palabra de Dios habla de establecer relaciones basadas en el amor. Se nos invita a amar como Dios ha amado. ¿Cómo lo ha hecho Dios con nosotros? Amándonos cuando hemos sido pecadores. ¿Tú amas así? Pues ahí está la clave de la indisolubilidad matrimonial. No es una ley que aplasta u obliga. Es un mandato de amor que conduce al perdón. La ley del amor nunca acaba. No se rompe. Permanece en la unión amorosa por siempre.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 10,1-12): En aquel tiempo, Jesús, levantándose de allí, va a la región de Judea, y al otro lado del Jordán, y de nuevo vino la gente donde Él y, como acostumbraba, les enseñaba. Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: «¿Puede el marido repudiar a la mujer?». Él les respondió: «¿Qué os prescribió Moisés?». Ellos le dijeron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla». Jesús les dijo: «Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto. Pero desde el comienzo de la creación, El los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre».

Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. Él les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio».

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