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Tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres

Todos tenemos nuestras visiones personales de lo que debe ser la vida y todas sus realidades. Estamos llenos de conceptos, teorías y prácticas elaboradas por nuestras experiencias personales y lo que hemos aprendido de otros. Es por eso que algunas ocasiones proyectamos nuestras ideas de lo que debe ser el cristianismo y los cristianos.

Por ejemplo, muchos piensan que ser buen cristiano es ir a misa y casarse por la Iglesia. Sin embargo, Jesús es el primero en decir que si tienes algún tema o discordia no resuelta con un prójimo, deja tu ofrenda en el altar y ve primero a reconciliarte. Con estas frases Jesús pone el énfasis en una experiencia cristiana de obras de vida de eterna basadas en el amor. 

Ante la pregunta de quién es Él, sus apóstoles le llaman Cristo pero no entienden lo que esto significa. Ser cristiano es amar al enemigo y dar la vida por lo de demás. Ser cristiano es compartir con Jesús la pasión y la resurrección. Ser cristiano es morir por los demás para poder luego resucitar en Cristo. ¿Ahora entiendes? ¿Estás dispuesto a ser otro Cristo en la tierra? ¿Quieres ser un verdadero cristiano? Pues escuchar esta palabra y ponla en práctica. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 8,27-33): En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?». Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas». Y Él les preguntaba: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro le contesta: «Tú eres el Cristo». 
Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de Él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte, Pedro, se puso a reprenderle. Pero Él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: «¡Quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres».