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¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados

Jesús tiene poder de perdonar nuestros pecados. Dicha potestad la ha transmitido a su Iglesia por la gracia de su presencia en los sacramentos. ¿Te has sentido alguna vez profundamente perdonado por Dios?

No existe mayor milagro que sentirse amado por el Señor. Su amor lo cura todo. Lo transforma todo. Lo perdona todo. En su perdón podemos encontrar paz y consuelo. Es la gran obra de Dios en nuestra existencia.

Los milagros físicos que realizaba Jesús son una expresión concreta del poder que tenía para perdonar pecados. El mayor milagro no es que un paralítico camine. La mayor manifestación del poder de Dios es que sean perdonado todos nuestros pecados. ¡Ánimo!

Leer:
Texto del Evangelio (Mt 9,1-8): En aquel tiempo, subiendo a la barca, Jesús pasó a la otra orilla y vino a su ciudad. En esto le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados». Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí: «Éste está blasfemando». Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados —dice entonces al paralítico—: ‘Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’». Él se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.

¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios?

Dios nos muestra el camino de la salvación en Jesucristo. Sin embargo, haciendo mal uso de nuestra libertad seguimos otros caminos que nos conducen a los ídolos de este mundo. Nos apegamos a las cosas de este mundo y nos alienamos con el ruido mundanal. ¿Quién podrá liberarnos de las ataduras de la muerte?

Es fundamental reconocer en Cristo todo poder y fortalezca. Nos puede parecer imposible vencer al enemigo espiritual que nos invita a pecar. La verdad es que en Jesús está nuestra fortaleza. Si nos apoyamos en Él y reconocemos su poder como el Cristo, hijo de Dios, seremos liberados de todo mal.

Vivir en el Señor es vivir en la alegría Pascual que nos hace experimentar una felicidad sin fin. Abramos nuestro corazón a esta experiencia. El Señor nos espera hoy. ¡Ánimo!

Leer:
Texto del Evangelio (Mt 8,28-34): En aquel tiempo, al llegar Jesús a la otra orilla, a la región de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, y tan furiosos que nadie era capaz de pasar por aquel camino. Y se pusieron a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?». Había allí a cierta distancia una gran piara de puercos paciendo. Y le suplicaban los demonios: «Si nos echas, mándanos a esa piara de puercos». Él les dijo: «Id». Saliendo ellos, se fueron a los puercos, y de pronto toda la piara se arrojó al mar precipicio abajo, y perecieron en las aguas. Los porqueros huyeron, y al llegar a la ciudad lo contaron todo y también lo de los endemoniados. Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su término.