En nuestros tiempos, donde el cristianismo representa el 18% de la población mundial, todo el mundo reconoce en Jesús autoridad y poder. Es decir, que la mayoría sabe que Jesucristo existió y que fue una figura de trascendencia global. Dicen hasta los musulmanes y judios que fue un gran profeta y un maestro rabino extraordinario. Si todo se hubiera quedado en Él, no pudiéramos vivir lo que experimentamos hoy.
En la Iglesia hemos tenido la gracia de seguir beneficiándonos de ese poder y autoridad venida de Dios a través de Jesús. ¿Cómo ha sido eso? Gracias a que el Señor le concedió los mismos privilegios a sus apóstoles. Hoy el Señor sigue salvando a través de sus enviados y elegidos. La Iglesia siempre ha tenido en más de 20 siglos hombres y mujeres que han bendecido y amado a las personas de su tiempo mediante la acción salvífica del Señor.
Pidamos a Dios que nos siga concediendo profetas que con la autoridad que les confiere nuestro Dios nos ayuden a encontrarnos con el inmenso amor de nuestro Señor.
Leer:
Texto del Evangelio (Lc 9,1-6): En aquel tiempo, convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar. Y les dijo: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno. Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí. En cuanto a los que no os reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos». Saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes.