Perder la vida es hacer siempre la voluntad de Dios. Perder la vida es amar al prójimo incluyendo a nuestros enemigos. Perder la vida es poner en práctica del evangelio y vivir totalmente desapegado de los ídolos de este mundo.
Nos pasamos la vida construyendo una vida según esquemas materiales. Vivimos enfocados en el tener. Nos atraen los lujos, la fama y el dinero. Todo eso es precario y desaparecerá. Lo único eterno es el amor de Dios que nos transforma en sus hijos y nos permite salir de nuestros egoísmos para vivir una vida de entrega y servicio a los demás.
Seamos verdaderos hijos de Dios. Amemos a nuestros hermanos y hermanas. Demos la vida por los demás. ¡Ánimo!
Leer:
Texto del Evangelio (Jn 12,24-26): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará».