A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa

Muchos hombres y mujeres padecen enfermedades o tienen accidentes. Cuando vemos a un ser querido en una situación difícil le pedimos a Dios que lo salve o cure. Muchas veces el decimos a la persona en desgracia que no se preocupe, que Dios le ayudará, ¿qué pasa si esa persona en peligro de muerte o enfermedad no sana y muere?

Jesús ciertamente tiene poder para curar cualquier enfermedad y expulsar demonios. De hecho, pasó su vida en la tierra curando de toda dolencia a aquellos que se acercaban. ¿Por qué Jesús así esto?

El Señor cura no porque lo importante sea que no tengamos enfermedades. Si fuera así, nadie tendría que padecer ninguna afección de salud. Jesús sana como signo de su mayor poder que es perdonar lo pecados.

El milagro físico siempre ocurre para apoyar el milagro moral. El Señor sana el cuerpo para poder sanar el alma. Realiza un hecho extraordinario para suscitar la Fe en nuestros corazones.

Pidamos al Señor el perdón de nuestros pecados. Lo demás vendrá por añadidura.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 2,1-12): Entró de nuevo en Cafarnaum; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa. Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y Él les anunciaba la Palabra.

Y le vienen a traer a un paralítico llevado entre cuatro. Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo encima de donde Él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados».

Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones: «¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?». Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dice: «¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate, toma tu camilla y anda?’ Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados -dice al paralítico-: ‘A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’».

Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: «Jamás vimos cosa parecida».

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