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Levántate y anda

Cristo tiene poder de perdonar pecados. En tiempos de Jesús eso solo se atribuía a Dios por lo que semejante afirmación confirmaba la naturaleza divina del hijo de Dios. La forma más eficaz para demostrar que verdaderamente podía conceder el perdón era mediante la manifestación extraordinario del poder de Dios. Es decir, Jesús hacía milagros.

Un paralítico o persona discapacitada es imagen de alguien que está incapacitado para hacer la voluntad de Dios. Le afecta una enfermedad o mal que le impide servir y amar. Todos nosotros también en algún momento hemos sido paralíticos espirituales. La mayor de las parálisis es sentir que nadie nos ama y que no hay posibilidad de perdón para nuestros pecados. ¿Quién podrá librarnos de semejante culpa?

Jesús vino para perdonarnos a todos. ¡Qué inmensa alegría! Dios nos muestra su rostro misericordioso y se manifiesta en Cristo de una manera extraordinaria. Nunca dudemos del amor de Dios. Él es nuestra esperanza y perdón.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,1-8): En aquel tiempo, subiendo a la barca, Jesús pasó a la otra orilla y vino a su ciudad. En esto le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados». Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí: «Éste está blasfemando». Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados —dice entonces al paralítico—: ‘Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’». Él se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.

Tu hijo vive

Los milagros físicos que hizo Jesús servían para suscitar la fe en aquellos que eran testigos de dichas señales y signos. Lo físico demostraba que lo espiritual era cierto. El Señor había venido a salvarnos de la esclavitud del pecado y lo confirmaban sus milagros.

No pidamos milagros físicos. Estemos siempre dispuesto a que la voluntad de Dios se cumpla en nosotros. Seamos humildes y ocupemos nuestro lugar de criaturas. Dejemos que el Señor obre señales y prodigios mediante la transformación de todos los corazones. El mayor de los Milagros consiste en que dejemos de tener, poco a poco, un corazón de piedra y empecemos a tener un corazón de carne. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 4,43-54): En aquel tiempo, Jesús partió de Samaría para Galilea. Jesús mismo había afirmado que un profeta no goza de estima en su patria. Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.

Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde Él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir. Entonces Jesús le dijo: «Si no veis señales y prodigios, no creéis». Le dice el funcionario: «Señor, baja antes que se muera mi hijo». Jesús le dice: «Vete, que tu hijo vive».

Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía. El les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: «Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre». El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: «Tu hijo vive», y creyó él y toda su familia. Esta nueva señal, la segunda, la realizó Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.

La multitud, al oírle, quedaba maravillada

Al escuchar la palabra de Dios podemos asumir dos actitudes. Por un lado admirarnos y decir: “que bien, pero es imposible ponerlo en práctica”. Y por otro lado decir: “quiero poner en práctica la palabra de Dios, con la gracia lo alto”. ¿Cuál es la diferencia de ambas actitudes? La disponibilidad de dejar que el Señor actúe en nosotros.

Maria, la madre de Jesús y madre nuestra, dijo un maravilloso SI al Ángel que le anunciaba algo imposible. Todavía hoy, ¿puede una Virgen dar a luz un hijo? Es una promesa que supera toda condición humana. Para que un milagro como ese se realice en nosotros necesitamos abrir nuestro corazón. Hacer lo que hizo la Virgen María, decirle que si al Señor.

¡Ánimo! Los milagros no dependen de nosotros. Somos débiles y pecadores. Lo que si está a nuestro alcance es querer convertirnos hoy. ¿Estamos dispuesto? Adelante.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 6,1-6): En aquel tiempo, Jesús salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguieron. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto?, y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?». Y se escandalizaban a causa de Él. Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio». Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.

Hijo, tus pecados te son perdonados

El pecado es la acción que nos conduce a separarnos del amor de Dios. Al pecar negamos a Dios y nos hacemos independientes de su voluntad. Pecando nos morimos. Todos hemos sido esclavos del pecado.

Jesús es enviado a la tierra para inaugurar una nueva era. Es el tiempo de la misericordia y el perdón. Dios, en Jesucristo, nos libera d ela esclavitud del pecado y nos conduce a una vida nueva. Los milagros físicos son una confirmación externa del poder de perdonar que solo descansa en Jesús.

Dejemos que la acción salvífica de Dios actúe en nuestras vidas. Pidamos a Dios que nos deje amarle con toda nuestra alma. Así podremos corresponder, como corresponde, al amor que tanto nos tiene. Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 2,1-12): Entró de nuevo en Cafarnaum; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa. Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y Él les anunciaba la Palabra.

Y le vienen a traer a un paralítico llevado entre cuatro. Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo encima de donde Él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados».

Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones: «¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?». Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dice: «¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate, toma tu camilla y anda?’ Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados -dice al paralítico-: ‘A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’».

Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: «Jamás vimos cosa parecida».

Hoy hemos visto cosas increíbles

El milagro más grande es el milagro moral. Esa es la obra increíble que Dios hace y quiere seguir haciendo en nosotros. Todos necesitamos de conversión. Todos estamos llamados a transformar nuestros corazones de piedra en unos de carne.

Las personas del tiempo de Jesús no entendían su misión. Le cuestionaban cuando perdonaba pecados. Por tanto, una forma de demostrar que había venido precisamente para eso obraba milagros físicos que confirmaban su autoridad y su misión.

En adviento toca abrir nuestro corazón al Señor. Estamos llamados a pedir perdón y cambiar de vida. El adviento es tiempo propicio para esperar la venida de Jesús en nuestros corazones. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 5,17-26): Un día que Jesús estaba enseñando, había sentados algunos fariseos y doctores de la ley que habían venido de todos los pueblos de Galilea y Judea, y de Jerusalén. El poder del Señor le hacía obrar curaciones. En esto, unos hombres trajeron en una camilla a un paralítico y trataban de introducirle, para ponerle delante de Él. Pero no encontrando por dónde meterle, a causa de la multitud, subieron al terrado, le bajaron con la camilla a través de las tejas, y le pusieron en medio, delante de Jesús. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados te quedan perdonados».

Los escribas y fariseos empezaron a pensar: «¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?». Conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: «¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te quedan perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados -dijo al paralítico- ‘A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’». Y al instante, levantándose delante de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa, glorificando a Dios. El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto cosas increíbles».

Levántate y vete; tu fe te ha salvado

Los milagros físicos tienen la misión de suscitar la fe en aquellos beneficiarios del milagro y en aquellos que han contemplado dicha manifestación extraordinaria de Dios. Ciertamente, el Señor tiene misericordia y compasión de aquel que sufre, sin embargo, espera realizar en ellos el mayor de los milagros: la conversión.

El encuentro personal con Jesús vivo y resucitado es liberador. Al experimentar profundamente el amor de Dios se realiza en nosotros una sanación total. Ese es el proyecto de salvación que el Señor quiere realizar en nosotros.

Seamos agradecidos. Veamos los milagros que Dios ha hecho en nuestra vida. Pidamos la gracia de hacer siempre su voluntad. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 17,11-19): Un día, de camino a Jerusalén, Jesús pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!». Al verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes».

Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?». Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado».

¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados

El milagro más grande que se puede realizar es transformar el corazón de una persona. Los milagros físicos están en función del milagro moral. Se curan los enfermos o expulsan los demonios para suscitar la fe en las personas curadas y/o los testigos de ese milagro.

Por tanto, pedir a Dios con humildad el verdadero milagro es lo más importante. Experimentar el perdón de nuestros pecados. Dejarnos amar por él y transformar nuestra vida sobre la base de ese amor es fundamental. Amar a Dios en lo más importante de de nuestra vida. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,1-8): En aquel tiempo, subiendo a la barca, Jesús pasó a la otra orilla y vino a su ciudad. En esto le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados». Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí: «Éste está blasfemando». Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados —dice entonces al paralítico—: ‘Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’». Él se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.

A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa

Jesús hizo muchos milagros. Su poder de manifestaba de muchas maneras. Curaba, exorcizaba y hasta resucitaba muertos. ¿Cuál de todos estos milagros y prodigios era el más importante? El perdón de los pecados.

Si, el milagro moral es el más importante. ¿De qué nos sirve hablar en lenguas, hacer milagros o levitar por los aires, sino hemos experimentado el Amor?

Lo más grande que Dios nos ha dado en Jesús es su amor y perdón. Al recibir estos dones inmensos del Señor, estamos invitados a darlo a los demás. Gratis lo has recibido, darlo gratis. Si has recibido mucho amor, da mucho amor. Este es el gran milagro del Señor. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 5,17-26): Un día que Jesús estaba enseñando, había sentados algunos fariseos y doctores de la ley que habían venido de todos los pueblos de Galilea y Judea, y de Jerusalén. El poder del Señor le hacía obrar curaciones. En esto, unos hombres trajeron en una camilla a un paralítico y trataban de introducirle, para ponerle delante de Él. Pero no encontrando por dónde meterle, a causa de la multitud, subieron al terrado, le bajaron con la camilla a través de las tejas, y le pusieron en medio, delante de Jesús. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados te quedan perdonados».

Los escribas y fariseos empezaron a pensar: «¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?». Conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: «¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te quedan perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados -dijo al paralítico- ‘A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’». Y al instante, levantándose delante de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa, glorificando a Dios. El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto cosas increíbles».

Vete, que tu hijo vive

La síntesis de la voluntad de Dios es nuestra vida y felicidad. Nuestro Señor no quiere nuestra muerto. Quiere que vivamos y tengamos vida en abundancia. En definitiva, que seamos felices. ¿Qué cosa podría evitar que esto se realice en nuestra vida? Nuestra incredulidad.

Muchas veces, sin darnos cuenta, dudamos del poder de Dios. Pensamos que el Señor no tiene nada que ver con nuestros sufrimientos. De hecho, algunas veces, le echamos la culpa de todo.  Nada más lejos de la realidad.

Dios quiere que vivas. ¡Que vivamos! El Señor quiere lo mejor para nosotros. ¿Por qué esto no se cumple en algunas circunstancias en nuestra vida? Porque pedimos señales y prodigios a nuestra manera. Queremos que Dios haga el milagro a nuestra medida. 

Lo mejor, para que Dios nos lleve a la vida, es abrir nuestro corazón a su voluntad y dejar que Él haga el milagro a su manera. Confía en Dios, que Él te ama y te quiere salvar.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 4,43-54): En aquel tiempo, Jesús partió de Samaría para Galilea. Jesús mismo había afirmado que un profeta no goza de estima en su patria. Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.
Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde Él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir. Entonces Jesús le dijo: «Si no veis señales y prodigios, no creéis». Le dice el funcionario: «Señor, baja antes que se muera mi hijo». Jesús le dice: «Vete, que tu hijo vive».
Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía. El les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: «Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre». El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: «Tu hijo vive», y creyó él y toda su familia. Esta nueva señal, la segunda, la realizó Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.

¿Creéis que puedo hacer eso?

Los milagros físicos son un acto de misericordia de Dios. Ciertamente el Señor ve el sufrimiento y lo alivia. Pero el propósito supremo de los prodigios obrados por Jesús es suscitar en nosotros la Fe.

¿De qué nos sirve estar en la vida sano y sin ningún padecimiento si estamos perdiendo la vida y la felicidad? Ese es el centro del mensaje evangélico. Dios en Jesús viene a mostrarnos una manera más sublime de amor. Abramos nuestro corazón al Señor para que este milagro de amor se de en nosotros. 

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,27-31): Cuando Jesús se iba de allí, al pasar le siguieron dos ciegos gritando: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!». Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les dice: «¿Creéis que puedo hacer eso?». Dícenle: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos diciendo: «Hágase en vosotros según vuestra fe». Y se abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Mirad que nadie lo sepa!». Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella comarca.