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Vete, que tu hijo vive

Jesucristo ha vencido la muerte. Con su resurrección nos ha abierto el cielo para nosotros. Esa es la señal más grande del amor de Dios.

La cuaresma sirve para preparáramos al tiempo litúrgico que celebra la experiencia que Dios ha hecho o quiere hacer con todos. El ayuno, la limosna y la oración son las armas que nos permiten vencer las tentaciones de la carne y poner nuestro corazón en las cosas del cielo.

¡Vive Cristo! Y Él nos quiere participando de esa victoria sobre la muerte. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 4,43-54): En aquel tiempo, Jesús partió de Samaría para Galilea. Jesús mismo había afirmado que un profeta no goza de estima en su patria. Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.

Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde Él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir. Entonces Jesús le dijo: «Si no veis señales y prodigios, no creéis». Le dice el funcionario: «Señor, baja antes que se muera mi hijo». Jesús le dice: «Vete, que tu hijo vive».

Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía. El les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: «Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre». El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: «Tu hijo vive», y creyó él y toda su familia. Esta nueva señal, la segunda, la realizó Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.

Rabbí —que quiere decir, “Maestro”— ¿dónde vives?

Todos los días son una oportunidad para hacer encuentro personal con el Señor. Los discípulos de Juan pasaron a ser discípulos de Jesús porque él, antes de ser martirizado, señaló al Señor como el mesías esperado. Pero no solamente por eso.

Los que siguen a Jesús tienen que experimentar donde “vive” el Señor. Estar con Él es hacer experiencia de su amor y perdón. Es descubrir en la comunidad de hermanos y hermanas su presencia. Es escuchar la voz de Dios que nos dice en lo profundo de nuestro corazón que Él es su hijo amado y que escuchemos su palabra de salvación.

Todos los días, incluyendo hoy, son oportunidades para hacer esa experiencia de amor. ¡Ánimo! Sintamos la presencia de Dios en nuestras vidas.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 1,35-42): En aquel tiempo, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios». Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?». Ellos le respondieron: «Rabbí —que quiere decir, “Maestro”— ¿dónde vives?». Les respondió: «Venid y lo veréis». Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día. Era más o menos la hora décima. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Éste se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías» —que quiere decir, Cristo—. Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» —que quiere decir, “Piedra”.

Vete, que tu hijo vive

La síntesis de la voluntad de Dios es nuestra vida y felicidad. Nuestro Señor no quiere nuestra muerto. Quiere que vivamos y tengamos vida en abundancia. En definitiva, que seamos felices. ¿Qué cosa podría evitar que esto se realice en nuestra vida? Nuestra incredulidad.

Muchas veces, sin darnos cuenta, dudamos del poder de Dios. Pensamos que el Señor no tiene nada que ver con nuestros sufrimientos. De hecho, algunas veces, le echamos la culpa de todo.  Nada más lejos de la realidad.

Dios quiere que vivas. ¡Que vivamos! El Señor quiere lo mejor para nosotros. ¿Por qué esto no se cumple en algunas circunstancias en nuestra vida? Porque pedimos señales y prodigios a nuestra manera. Queremos que Dios haga el milagro a nuestra medida. 

Lo mejor, para que Dios nos lleve a la vida, es abrir nuestro corazón a su voluntad y dejar que Él haga el milagro a su manera. Confía en Dios, que Él te ama y te quiere salvar.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 4,43-54): En aquel tiempo, Jesús partió de Samaría para Galilea. Jesús mismo había afirmado que un profeta no goza de estima en su patria. Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.
Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde Él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir. Entonces Jesús le dijo: «Si no veis señales y prodigios, no creéis». Le dice el funcionario: «Señor, baja antes que se muera mi hijo». Jesús le dice: «Vete, que tu hijo vive».
Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía. El les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: «Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre». El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: «Tu hijo vive», y creyó él y toda su familia. Esta nueva señal, la segunda, la realizó Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.