Todos los días son una oportunidad para hacer encuentro personal con el Señor. Los discípulos de Juan pasaron a ser discípulos de Jesús porque él, antes de ser martirizado, señaló al Señor como el mesías esperado. Pero no solamente por eso.
Los que siguen a Jesús tienen que experimentar donde “vive” el Señor. Estar con Él es hacer experiencia de su amor y perdón. Es descubrir en la comunidad de hermanos y hermanas su presencia. Es escuchar la voz de Dios que nos dice en lo profundo de nuestro corazón que Él es su hijo amado y que escuchemos su palabra de salvación.
Todos los días, incluyendo hoy, son oportunidades para hacer esa experiencia de amor. ¡Ánimo! Sintamos la presencia de Dios en nuestras vidas.
Leer:
Texto del Evangelio (Jn 1,35-42): En aquel tiempo, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios». Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?». Ellos le respondieron: «Rabbí —que quiere decir, “Maestro”— ¿dónde vives?». Les respondió: «Venid y lo veréis». Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día. Era más o menos la hora décima. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Éste se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías» —que quiere decir, Cristo—. Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» —que quiere decir, “Piedra”.