Hay algunas cosas en las escrituras que suscitan la curiosidad y el excepticimo de muchas personas. En los tiempos de Jesús sucedía igual. Ya en los primeros tiempos los cristianos eran acusados de canibalismo, sacrificios de niños y beber sangre.
Ciertamente puede confundir a primera impresión, a una persona no cristiana, el hecho de leer que se tiene que comer la carne y la sangre de un “tal Jesús”.
Lo maravilloso de esto es que no hay manera más profunda de hacer comunión con la naturaleza divina que comulgar el cuerpo y sangre de Jesús en la forma de pan y vino. Tenemos la gracia de entrar en comunión con Nuestro Señor en la eucaristía y así participe de manera maravillosa en la vida divina, en la vida eterna.
Celebremos el amor de Dios. Alimentarse del pan del Cielo es una bendición de Dios.
Leer:
Texto del Evangelio (Jn 6,52-59): En aquel tiempo, los judíos se pusieron a discutir entre sí y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?». Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre». Esto lo dijo enseñando en la sinagoga, en Cafarnaúm.