El que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior? 

Dios nos creó para que seamos felices. El génesis tiene el propósito, a través del relato de Adan y Eva, de revelar el gran proyecto de Dios para con nosotros que es nuestra felicidad.

Este proyecto de felicidad muchas veces lo hemos minimizado. Hemos pretendido reducir la felicidad a tener bienes materiales. Este no es el camino que revela Jesús.

También pretendemos decir que ser bueno y santo es cumplir una serie de normas y preceptos externos. Esto tampoco es un camino que conduzca a la vida y felicidad. 

Para recorrer el camino de Jesús hace falta una conversión sincera del corazón. Eliminar de nosotros la calumnia y la mentira, hablar bien de los demás, perdonar sin desfallecer, bendecir en todo tiempo.

Definitivamente, no es lo externo lo que marca la santidad, es lo qué hay en lo profundo de nuestros corazones. Seamos santos interiormente para que dicha santidad se manifieste en nuestras obras externas.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,37-41): En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, un fariseo le rogó que fuera a comer con él; entrando, pues, se puso a la mesa. Pero el fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las abluciones antes de comer. Pero el Señor le dijo: «¡Bien! Vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad. ¡Insensatos! el que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior? Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros».

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