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Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí

Las leyes existen para ordenar la vida social. Ellas, se supone, ayudan a la convivencia fraterna y nos animan al respeto mutuo. ¿Todas las leyes cumplen con este noble propósito? No siempre.

Existen leyes injustas que lejos de tomar en cuenta el bien de las personas existen para servir a los intereses particulares de personas o grupos. Existen leyes que violentan la dignidad humana y hacen un flaco servicio al bien común. ¿Qué es lo más importante? Que se cumpla siempre el espíritu de la Ley.

La ley divina, puesta por Dios, busca que los hombres y mujeres amen a Dios, se amen entre ellos y que cada quien puedan encontrar su desarrollo pleno. El corazón de un cristiano debe ser fuente de todo bien y de amor para todos. La ley es una ayuda esa importante tarea. Amemos a Dios de corazón y cumpliremos todas las leyes. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 7,1-13): En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos, así como algunos escribas venidos de Jerusalén. Y vieron que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir no lavadas, -es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos, y al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y bandejas-.

Por ello, los fariseos y los escribas le preguntan: «¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?». Él les dijo: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito: ‘Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres’. Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres». Les decía también: «¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición! Porque Moisés dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre y: el que maldiga a su padre o a su madre, sea castigado con la muerte’. Pero vosotros decís: ‘Si uno dice a su padre o a su madre: Lo que de mí podrías recibir como ayuda lo declaro “Korbán” -es decir: ofrenda-’, ya no le dejáis hacer nada por su padre y por su madre, anulando así la Palabra de Dios por vuestra tradición que os habéis transmitido; y hacéis muchas cosas semejantes a éstas».

El que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior? 

Dios nos creó para que seamos felices. El génesis tiene el propósito, a través del relato de Adan y Eva, de revelar el gran proyecto de Dios para con nosotros que es nuestra felicidad.

Este proyecto de felicidad muchas veces lo hemos minimizado. Hemos pretendido reducir la felicidad a tener bienes materiales. Este no es el camino que revela Jesús.

También pretendemos decir que ser bueno y santo es cumplir una serie de normas y preceptos externos. Esto tampoco es un camino que conduzca a la vida y felicidad. 

Para recorrer el camino de Jesús hace falta una conversión sincera del corazón. Eliminar de nosotros la calumnia y la mentira, hablar bien de los demás, perdonar sin desfallecer, bendecir en todo tiempo.

Definitivamente, no es lo externo lo que marca la santidad, es lo qué hay en lo profundo de nuestros corazones. Seamos santos interiormente para que dicha santidad se manifieste en nuestras obras externas.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,37-41): En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, un fariseo le rogó que fuera a comer con él; entrando, pues, se puso a la mesa. Pero el fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las abluciones antes de comer. Pero el Señor le dijo: «¡Bien! Vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad. ¡Insensatos! el que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior? Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros».