Joven, a ti te digo: levántate

En los momentos de tristeza y angustia nos sentimos muy solos. Cuando nos llega algún sufrimiento pensamos que es lo más grande del mundo. La duda nos llega a la mente: ¿dónde está nuestro Dios?

En las escrituras hay una mujer viuda que tiene que enterrar a su único hijo. Imagínense, esta mujer no tiene nada, lo ha perdido todo.

El Señor no se queda indiferente. Ve su sufrimiento y lo hace suyo. Detiene la marcha fúnebre y le hace el milagro. Le devuelve la vida a un muerto.

¿Cuál es tu muerte de hoy? ¿Cuál es tu sufrimiento, angustia o desolación? No temas, no desesperes. Confía en el Señor. Él quiere detenerse en tu vida y resucitarte. Él te dará la vida eterna.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 7,11-17): En aquel tiempo, Jesús se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con Él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: «No llores». Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y Él dijo: «Joven, a ti te digo: levántate». El muerto se incorporó y se puso a hablar, y Él se lo dio a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: «Un gran profeta se ha levantado entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo». Y lo que se decía de Él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.

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