Llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron 

Jesús dio de comer a la gente. Si un político leyera este documento lo interpretaría inmediatamente como un proceso operativo que fortalece al líder que da a la gente lo que necesita. De hecho, al final, querían constituirle rey. ¡Qué bueno sería un presidente que multiplica los panes y da de comer a todos! Sin embargo, la reacción de Jesús pone en su justa interpretación el hecho de la multiplicación de los panes y peces.

El Señor no quiere simplemente dar una solución a una necesidad material. Ciertamente, se descubre en la escritura que los apóstoles y Jesús andaban con dinero y resolvían temas y urgencias materiales de los pobres pero el sentido del milagro de Jesús es demostrar que Él puede saciar los anhelos de todo orden.

Si, Jesús vino a dar y desbordar las aspiraciones de la gente. Los cincos panes simbolizan la palabra de Dios y los peces el alimento que viene del mar, símbolo de la muerte. Es decir, Jesús da un alimento que salva de la muerte, da la vida y nos lleva a evangelizar porque sacia y satisface todas nuestras necesidades. ¡Esa es la alegría de la resurrección! Comer y saciarse para dar al mundo de lo que nos sobra que es el amor de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 6,1-15): En aquel tiempo, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia Él mucha gente, dice a Felipe: «¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?». Se lo decía para probarle, porque Él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco». Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?». 
Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente». Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda». Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente la señal que había realizado, decía: «Éste es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo». Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte Él solo.

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