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Dadles vosotros de comer

La gente sencilla y necesitada seguían a Jesús. Miles le escuchaban atentos. Sus palabras eran como bálsamo aplicado a las heridas existenciales del alma de miles de personas. El Señor sabía dar un alimento nuevo a todos aquellos que estaban hambrientos y sedientos de consuelo y amor.

Jesús no realizó su misión solo. Se hizo acompañar de apóstoles, personas débiles y sencillas, que obedecían a su Señor con humildad y docilidad. Hacían recostar a las personas en prados de fresca hierva, símbolo de la Iglesia donde las personas pueden comer un alimento espiritual que calma definitivamente su hambre espiritual.

Cinco panes y dos peces fueron suficientes para alimentar una multitud. La palabra hecha carne en Jesús es el alimento que suple todas las necesidades de un pueblo hambriento de amor. Pidamos a Dios que nos de siempre aliento que baja del cielo. Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 14,13-21): En aquel tiempo, cuando Jesús recibió la noticia de la muerte de Juan Bautista, se retiró de allí en una barca, aparte, a un lugar solitario. En cuanto lo supieron las gentes, salieron tras Él viniendo a pie de las ciudades. Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos.

Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: «El lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida». Mas Jesús les dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer». Dícenle ellos: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces». Él dijo: «Traédmelos acá».

Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos. Y los que habían comido eran unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

Y comieron todos hasta que quedaron satisfechos

Los seres humanos de esta época viven como ovejas sin pastor, ¿qué significa eso? Que están rodeados de mucho ruido y acelerado ritmo de trabajo pero pierden el sentido trascendental y profundo de la vida. Jesús vuelve para salvar esa situación.

Hoy más que nunca necesitamos de Cristo. Viene a darnos el alimento que necesitamos para tener paz y amor en nuestras vidas. Se manifiesta una vez más a todos los seres humanos mediante la gracia de su misericordia. Si tienes alguna situación de sufrimiento, no desesperes… grita a Dios y él te escuchará y vendrá en tu auxilio.

¡Ánimo! Dios nos ama. Esa seguridad da paz interior y calma todas las inquietudes que puedan surgir. En este hermoso día hagamos pausa en nuestra afanes y repitamos en nuestro interior la siguiente frase: “gracias Señor por todo, se que tú me amas ciertamente”. Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 6, 34-44): En aquel tiempo, vio Jesús una gran multitud y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tienen pastor, y comenzó a enseñarles muchas cosas. Y como fuese muy tarde, se llegaron a Él sus discípulos y le dijeron: «Este lugar es desierto y la hora es ya pasada; despídelos para que vayan a las granjas y aldeas de la comarca a comprar de comer». Y Él les respondió y dijo: «Dadles vosotros de comer». Y le dijeron: «¿Es que vamos a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?». Él les contestó: «¿Cuántos panes tenéis? Id a verlo». Y habiéndolo visto, dicen: «Cinco, y dos peces».

Entonces les mandó que se acomodaran todos por grupos de comensales sobre la hierba verde. Y se sentaron en grupos de ciento y de cincuenta. Y tomando los cinco panes y los dos peces y levantando los ojos al cielo, bendijo, partió los panes y los dio a sus discípulos para que los distribuyesen; también partió los dos peces para todos. Y comieron todos hasta que quedaron satisfechos. Y recogieron doce cestas llenas de los trozos que sobraron de los panes y de los peces. Los que comieron eran cinco mil hombres.

Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes

Hemos sido llamados a ser sal, luz y fermento de la tierra. Somos como la levadura que fermenta el pan. Nuestra conducta debe dar sentido a la vida nuestra y de todos los que habitan nuestro planeta. Las personas esperan ver en nosotros la presencia de Dios.

¿Cómo podemos hacerlo? Amando como Dios ama. ¿Y como ama Dios? Dando la vida por los demás. Amar en la dimensión de la Cruz es l perfecta felicidad. ¿Estás dispuesto? Pues mira a tu alrededor y empieza ahora mismo. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 8,14-21): En aquel tiempo, los discípulos se habían olvidado de tomar panes, y no llevaban consigo en la barca más que un pan. Jesús les hacía esta advertencia: «Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes». Ellos hablaban entre sí que no tenían panes. Dándose cuenta, les dice: «¿Por qué estáis hablando de que no tenéis panes? ¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿No os acordáis de cuando partí los cinco panes para los cinco mil? ¿Cuántos canastos llenos de trozos recogisteis?». «Doce», le dicen. «Y cuando partí los siete entre los cuatro mil, ¿cuántas espuertas llenas de trozos recogisteis?» Le dicen: «Siete». Y continuó: «¿Aún no entendéis?».

Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes

Ni fariseos ni Herodes. Los que hemos sido llamados por Dios a ser cristianos somos invitados a cuidarnos de reducir la Fe a un moralismo o vivir en un “relax ético” sin dar signos de conversión. El cristianismo no es ni una cosas ni la otra.

Jesús dijo claramente que vino por todos los hombres y mujeres de todos los tiempos sin importar que sean judíos o gentiles. La salvación es universal. ¡Qué buena noticia!

Pidamos al Señor tener un corazón bien dispuesto que permita seguirle a donde quiera. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 8,14-21): En aquel tiempo, los discípulos se habían olvidado de tomar panes, y no llevaban consigo en la barca más que un pan. Jesús les hacía esta advertencia: «Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes». Ellos hablaban entre sí que no tenían panes. Dándose cuenta, les dice: «¿Por qué estáis hablando de que no tenéis panes? ¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿No os acordáis de cuando partí los cinco panes para los cinco mil? ¿Cuántos canastos llenos de trozos recogisteis?». «Doce», le dicen. «Y cuando partí los siete entre los cuatro mil, ¿cuántas espuertas llenas de trozos recogisteis?» Le dicen: «Siete». Y continuó: «¿Aún no entendéis?».

¡Ánimo!, que soy yo, no temáis!

Lo más grande que puede acontecerle a un ser humano es tener un encuentro profundo y personal con Dios. Nosotros no somos solo carne y huesos que un día estarán en la tumba para siempre. Tenemos una dimensión espiritual que nos permite percibir y experimentar las realidades celestes.

El gran dilema es que muchas veces tenemos la mente y el espíritu embotado. No nos damos cuenta de la acción diaria de Dios en nuestra vida. Esa es la clave para poder afrontar la vida con trascendencia y abrir nuestro espíritu a la vida eterna que nos ofrece Jesús.

Hoy estamos siendo invitados a una relación renovada con Dios. No temamos a nada. El viene en nuestra ayuda. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 6,45-52): Después que se saciaron los cinco mil hombres, Jesús enseguida dio prisa a sus discípulos para subir a la barca e ir por delante hacia Betsaida, mientras Él despedía a la gente. Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar. Al atardecer, estaba la barca en medio del mar y Él, solo, en tierra.

Viendo que ellos se fatigaban remando, pues el viento les era contrario, a eso de la cuarta vigilia de la noche viene hacia ellos caminando sobre el mar y quería pasarles de largo. Pero ellos viéndole caminar sobre el mar, creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar, pues todos le habían visto y estaban turbados. Pero Él, al instante, les habló, diciéndoles: «¡Ánimo!, que soy yo, no temáis!». Subió entonces donde ellos a la barca, y amainó el viento, y quedaron en su interior completamente estupefactos, pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada.

¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?

El alimento que baja del cielo es Jesús que se entrega por nosotros y nos lleva a la vida eterna. Nos da un alimento que sacia definitivamente nuestro hambre de amor. El Señor se manifiesta con potencia dando a la gente lo que necesita: amor.

Muchos seguían a Jesús por sus milagros y en la esperanza de que le cambiara la vida, es decir, le sanara de alguna enfermedad o dolencia. Seguían a Jesús pero interiormente huían de la Cruz. La buena noticia es que en Jesús podemos calmar nuestra hambre y sed de justicia, amor y perdón.

¡Ánimo! El Cristo se nos abre un abanico de gracias y dones. Dios nos provee un alimento, el cuerpo y sangre de su hijo, que muere y da la vida para que nosotros podamos tener vida en Él.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 6,1-15): En aquel tiempo, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia Él mucha gente, dice a Felipe: «¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?». Se lo decía para probarle, porque Él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco». Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?».

Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente». Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda». Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente la señal que había realizado, decía: «Éste es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo». Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte Él solo.

Llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron 

Jesús dio de comer a la gente. Si un político leyera este documento lo interpretaría inmediatamente como un proceso operativo que fortalece al líder que da a la gente lo que necesita. De hecho, al final, querían constituirle rey. ¡Qué bueno sería un presidente que multiplica los panes y da de comer a todos! Sin embargo, la reacción de Jesús pone en su justa interpretación el hecho de la multiplicación de los panes y peces.

El Señor no quiere simplemente dar una solución a una necesidad material. Ciertamente, se descubre en la escritura que los apóstoles y Jesús andaban con dinero y resolvían temas y urgencias materiales de los pobres pero el sentido del milagro de Jesús es demostrar que Él puede saciar los anhelos de todo orden.

Si, Jesús vino a dar y desbordar las aspiraciones de la gente. Los cincos panes simbolizan la palabra de Dios y los peces el alimento que viene del mar, símbolo de la muerte. Es decir, Jesús da un alimento que salva de la muerte, da la vida y nos lleva a evangelizar porque sacia y satisface todas nuestras necesidades. ¡Esa es la alegría de la resurrección! Comer y saciarse para dar al mundo de lo que nos sobra que es el amor de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 6,1-15): En aquel tiempo, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia Él mucha gente, dice a Felipe: «¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?». Se lo decía para probarle, porque Él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco». Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?». 
Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente». Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda». Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente la señal que había realizado, decía: «Éste es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo». Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte Él solo.

¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís?

Jesús hablaba en parábolas. Algunos pensarán que debió de complicar su discurso y decir las cosas de una manera más llana y abierta. La realidad es que hablando de la manera en que lo hacía lograba muchos propósitos. Entre ellos, saber cuál era la intención real de quienes le escuchaban.

Todo podemos tener la actitud de Herodes o de los fariseos. Es decir, podemos oír pero hacerlo con doblez. Ser hipócritas y estar tratando de acomodar el mensaje evangélico a nuestros propios intereses. Esa no es la actitud que quiere Jesús.

Nos invita a descubrir su acción en nuestra vida. A darnos cuenta que Él es quien multiplica los panes y los peces. Esto quiere decir que con su ayuda podemos siempre tener alimento material y espiritual. En su gracia podemos ser verdaderamente felices. 

Recordemos hoy cuanto nos ama Dios. Esa es la clave de nuestra verdadera felicidad.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 8,14-21): En aquel tiempo, los discípulos se habían olvidado de tomar panes, y no llevaban consigo en la barca más que un pan. Jesús les hacía esta advertencia: «Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes». Ellos hablaban entre sí que no tenían panes. Dándose cuenta, les dice: «¿Por qué estáis hablando de que no tenéis panes? ¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿No os acordáis de cuando partí los cinco panes para los cinco mil? ¿Cuántos canastos llenos de trozos recogisteis?». «Doce», le dicen. «Y cuando partí los siete entre los cuatro mil, ¿cuántas espuertas llenas de trozos recogisteis?» Le dicen: «Siete». Y continuó: «¿Aún no entendéis?».

¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?

Una de las actividades más frecuentes de Jesús era predicar. Su doctrina, basada en el anuncio del Reino de Dios, le gustaba a la gente. Muchas veces una muchedumbre le escuchaba. ¿Qué le daba Jesús que tanto les cautivaba?

En uno de los relatos del evangelio se puede observar cómo el Señor se preocupa por la alimentación de la gente. Pareciera que tenía siempre dinero para cubrir las necesidades de la gente. En un momento no tenían suficiente. Se aprovecha esta realidad para dar una enseñanza importante.

Ciertamente nuestro Señor se preocupa por todas nuestras necesidades incluyendo las materiales. Nuestro Dios es Padre y su Hijo, nuestro salvador, también se preocupa por proveernos lo que necesitamos día a día. Pero, ¿qué es lo más importante que nos da Jesús?

Podemos tener resueltas las tres comidas, la vivienda, el vestido, trabajo, y todas las cosas materiales pero si no tenemos dentro de nuestro corazón que Dios nos ama viviríamos con todo eso pero muy tristes.

Hoy se nos anuncia la misericordia de Dios. Se nos dice que el nos da un verdadero alimento que nos hace experimentar la vida eterna: su amor. No más lutos, ni llantos, ni pesares. ¡Resucitó!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 6,1-15): En aquel tiempo, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia Él mucha gente, dice a Felipe: «¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?». Se lo decía para probarle, porque Él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco». Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?». 
Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente». Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda». Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente la señal que había realizado, decía: «Éste es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo». Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte Él solo.

Siento compasión de la gente

Estamos en la primera semana del tiempo litúrgico denominado Adviento. En la Iglesia Católica se divide el año en tiempos para acentuar o subrayar un aspecto dela Fe cristiana que dbee estar presente en nuestra vida todos los días. En la primera parte del Adviento se llama muchos a despertar y estar atentos. ¿Por qué? Porque viene el Señor. 

Ciertamente Jesús ya vino hace dos mil años y volverá al final de los tiempos. Pero lo más importante es que viene HOY a tu vida, ¿para qué? Para darnos la posibilidad de ver el amor de Dios, quitarnos la sordera espiritual y hacernos caminar firmes por el camino del bien y la felicidad.

¡Ánimo! Hoy es un buen día para estar contentos. La promesa de Jesús es de salvación y sanación. El viene HOY para bendecirte.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 15,29-37): En aquel tiempo, pasando de allí, Jesús vino junto al mar de Galilea; subió al monte y se sentó allí. Y se le acercó mucha gente trayendo consigo cojos, lisiados, ciegos, mudos y otros muchos; los pusieron a sus pies, y Él los curó. De suerte que la gente quedó maravillada al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban curados, los cojos caminaban y los ciegos veían; y glorificaron al Dios de Israel. 
Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de la gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino». Le dicen los discípulos: «¿Cómo hacernos en un desierto con pan suficiente para saciar a una multitud tan grande?». Díceles Jesús: «¿Cuántos panes tenéis?». Ellos dijeron: «Siete, y unos pocos pececillos». El mandó a la gente acomodarse en el suelo. Tomó luego los siete panes y los peces y, dando gracias, los partió e iba dándolos a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y de los trozos sobrantes recogieron siete espuertas llenas.