¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios?

Muchos de nosotros hemos tenido la oportunidad de profesar públicamente, con palabras o con obras, nuestra Fe.

Es curioso, un tanto extraño, que unos poseídos reconozcan en Jesús su condición de Hijo de Dios. Dice la escritura: “todo aquel que confiese con su boca que Jesús es Señor, se salvará”.

Esto podemos entenderlo desde la exégesis cristiana. Estos que profesan la fe pero que le dicen a Jesús “¿que tenemos nosotros contigo Señor?” son imagen del hijo pródigo. De aquel que vivía en la “casa del Padre” pero que quiso salir de ella y hacer con su vida lo que pensaba era mejor. En otras palabras, le da la espalda a Dios, abandona la casa del Padre para ir a las cuevas donde habitan los “demonios”. Deja la luz para ir a las tinieblas.

Lo endemoniados estaban furiosos. Eran hombres o mujeres viviendo en un estado de desesperación. La furia significa ira o violencia contra algo o alguien. Este estado mental es característico de las personas que no aceptan su vida y por tanto no aceptan a los demás. “Nadie era capaz de pasar por aquel camino” significa que estaban solos. Vivían en la soledad, sin amar y sin poder ser amados. ¿Alguna vez has estado en esta situación? ¿Hoy te sientes así? ¿Quién o qué en tu vida te hace estar furioso, con ira o violencia?

La buena noticia es que Jesús es el que destruye o exorciza estos “demonios”. Nuestro Señor saca de tu corazón la furia, irá y violencia. Te hace manso y humilde. Te saca del tormento y te introduce en la paz.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 8,28-34): En aquel tiempo, al llegar Jesús a la otra orilla, a la región de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, y tan furiosos que nadie era capaz de pasar por aquel camino. Y se pusieron a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?». Había allí a cierta distancia una gran piara de puercos paciendo. Y le suplicaban los demonios: «Si nos echas, mándanos a esa piara de puercos». Él les dijo: «Id». Saliendo ellos, se fueron a los puercos, y de pronto toda la piara se arrojó al mar precipicio abajo, y perecieron en las aguas. Los porqueros huyeron, y al llegar a la ciudad lo contaron todo y también lo de los endemoniados. Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su término.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *

Puedes usar las siguientes etiquetas y atributos HTML: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <strike> <strong>