Cerráis a los hombres el Reino de los Cielos

La hipocresía de los hombres y mujeres de fe le cierran el cielo a los demás. Los cristianos llamados a ser sal, luz y fermento de la tierra. Cuando no lo somos, alejamos a los que pudieran convertirse pero no lo hacen porque no le damos signos verdaderos de conversión. ¿Y cuáles son estos signos? El amor en la dimensión de la cruz y la perfecta unidad.

Muchos podemos creer que se un buen cristiano consiste en el cumplimiento externo de normas y preceptos. Es decir, que si nos portamos bien y hacemos las dos o tres prescripciones litúrgicas, estamos cumpliendo con ser “buenos cristianos”. Eso está bien, pero si no se acompaña con la caridad, amando al prójimo incluyendo a nuestro enemigos, no estamos siendo diferentes a cualquier persona de fe que alguna otra religión.

Los musulmanes rezan mucho, algunos más que que nosotros. La diferencia es que nosotros estamos llamados a amar a los demás, perdonar siempre, servir a todos y todas, a considerarnos siempre los últimos en todo. El amor crea comunión en el matrimonio, la familia y en todo nuestro entorno porque amamos como Jesús nos amó.

No seamos hipócritas. Hagamos acompañar nuestras prácticas cristianas externas con obras de vida eterna. Con hechos de amor, misericordia y perdón. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 23,13-22): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y, cuando llega a serlo, le hacéis hijo de condenación el doble que vosotros! ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: ‘Si uno jura por el Santuario, eso no es nada; mas si jura por el oro del Santuario, queda obligado!’ ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro, o el Santuario que hace sagrado el oro? Y también: ‘Si uno jura por el altar, eso no es nada; mas si jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado’. ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda? Quien jura, pues, por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él. Quien jura por el Santuario, jura por él y por Aquel que lo habita. Y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que está sentado en él».

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