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Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía

Los hipócritas son unos fingidores. ¡Viven en la mentira! Son personas falsas que proyecta una apariencia de bondad cuando en el fondo de su corazón traman toda clase de maldad. ¿Tú eres hipócrita?

Te pregunto, ¿algunas vez le has dicho a alguien algo que en el fondo no lo sientes o crees? ¿En algún momento has saludado con cariño a una persona que te cae mal y ocultado conscientemente tus sentimientos adversos? ¿Has hablado mal de alguien a sus espaldas y nunca e has dicho nada de frente? Bueno, si en alguna pregunta te has sentido identificado, lamento decirte que si, has sido un hipócrita.

Jesús atacó con dureza la hipocresía, porque es lo contrario del cristianismo verdadero. Los cristianos vivimos en la verdad. No somos simuladores o farsantes. La verdad nos hace libres y nos convierte en personas auténticas. Nunca caigamos en el “fariseismo” en nuestras comunidades o grupos. Seamos verdaderos cristianos que pensamos y actuamos de forma coherente. ¡Vivamos en la verdad”

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 12,1-7): En aquel tiempo, habiéndose reunido miles y miles de personas, hasta pisarse unos a otros, Jesús se puso a decir primeramente a sus discípulos: «Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Nada hay encubierto que no haya de ser descubierto ni oculto que no haya de saberse. Porque cuanto dijisteis en la oscuridad, será oído a la luz, y lo que hablasteis al oído en las habitaciones privadas, será proclamado desde los terrados. Os digo a vosotros, amigos míos: no temáis a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más. Os mostraré a quién debéis temer: temed a aquel que, después de matar, tiene poder para arrojar a la gehenna; sí, os repito: temed a ése. ¿No se venden cinco pajarillos por dos ases? Pues bien, ni uno de ellos está olvidado ante Dios. Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; valéis más que muchos pajarillos».

Cerráis a los hombres el Reino de los Cielos

La hipocresía de los hombres y mujeres de fe le cierran el cielo a los demás. Los cristianos llamados a ser sal, luz y fermento de la tierra. Cuando no lo somos, alejamos a los que pudieran convertirse pero no lo hacen porque no le damos signos verdaderos de conversión. ¿Y cuáles son estos signos? El amor en la dimensión de la cruz y la perfecta unidad.

Muchos podemos creer que se un buen cristiano consiste en el cumplimiento externo de normas y preceptos. Es decir, que si nos portamos bien y hacemos las dos o tres prescripciones litúrgicas, estamos cumpliendo con ser “buenos cristianos”. Eso está bien, pero si no se acompaña con la caridad, amando al prójimo incluyendo a nuestro enemigos, no estamos siendo diferentes a cualquier persona de fe que alguna otra religión.

Los musulmanes rezan mucho, algunos más que que nosotros. La diferencia es que nosotros estamos llamados a amar a los demás, perdonar siempre, servir a todos y todas, a considerarnos siempre los últimos en todo. El amor crea comunión en el matrimonio, la familia y en todo nuestro entorno porque amamos como Jesús nos amó.

No seamos hipócritas. Hagamos acompañar nuestras prácticas cristianas externas con obras de vida eterna. Con hechos de amor, misericordia y perdón. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 23,13-22): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y, cuando llega a serlo, le hacéis hijo de condenación el doble que vosotros! ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: ‘Si uno jura por el Santuario, eso no es nada; mas si jura por el oro del Santuario, queda obligado!’ ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro, o el Santuario que hace sagrado el oro? Y también: ‘Si uno jura por el altar, eso no es nada; mas si jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado’. ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda? Quien jura, pues, por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él. Quien jura por el Santuario, jura por él y por Aquel que lo habita. Y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que está sentado en él».

Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas

El Señor siempre tenía palabras muy duras para los escribas y fariseos. ¿Por qué tanta corrección a un grupo de personas religiosas que cumplía la ley al pie de la letra? Debemos recordar que el fariseo hacía un esfuerzo consciente para cumplir los mandamientos divinos. ¿Que maldad hay en ello?

El problema es que estos hombres religiosos caían en él mismos error que muchas veces hemos caído nosotros. Reducimos la fe a un conjunto de normas por cumplir. Pensamos que hacer la voluntad de Dios es hacer unos ritos externos, olvidándonos de lo más importante: el amor.

El amor es una experiencia divina. Es decir, primero experimentamos el perdón y la misericordia de Dios y luego, desde esa experiencia, amamos a nuestro prójimo incluyendo a nuestros enemigos. Ese es el centro de nuestra fe. Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas. Lo demás es añadidura. ¡Adelante!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 23,23-26): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña y codicia! ¡Fariseo ciego, purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura!».