Mi yugo es suave y mi carga ligera

¡Qué tremendos somos! Nunca estamos conformes. Nos levantamos todos los días pensando en las cosas que nos faltan o que quisiéramos cambiar en nuestra vida. Nos molestan los hechos que no son según nuestros esquemas. ¿Cómo podemos encontrar paz en medio de tanta tormenta?

Dice el Señor: “aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”. Si, dice que aprendamos de él. Es decir, que dejemos nuestras quejas e inconformidades y aceptemos los “yugos” que Dios ha permitido en nuestra vida. Las cargas que pone el Señor sobre nuestros hombros son ligeros. Son para que podamos ser humildes, para que podamos ser santos, para que aprendamos a amar a Dios y al prójimo sabiendo que no somos mejores que nadie.

Aceptemos nuestra cruz de cada día. Pidamos al Señor que las cruces sean las escaleras que nos conducen a su voluntad. ¡Ánimo!

Leer:
Texto del Evangelio (Mt 11,25-30): En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

»Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

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