Una experiencia existencial que muchos han vivido es la de sentirse atados a pecados concretos. La esclavitud del pecado es como una atadura imposible de desenredar y que nos hace permanecer en la tristeza, angustia y oscuridad. Necesitamos alguien que nos ayude, alguien que nos libere del mal. ¿Quién podrá salvarnos? Jesús.
La experiencia cristiana nos convierte en testigos de nuestra propia liberación. El anuncio de la buena noticia consiste en dar testimonio de la obra de Dios en nuestra vida. Antes estábamos muertos. Ahora vivimos para el Señor. Jesús se manifestó con fuerza y poder libertándonos de la esclavitud del pecado.
Bendigamos a Dios. Seamos agradecidos. Tenemos muchas razones por las cuales bendecir. Nunca dudemos del amor de Dios. Cantemos con alegría las maravillas de la libertad que se manifiesta en el hijo de Dios, Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Leer:
Texto del Evangelio (Lc 13,10-17): En aquel tiempo, estaba Jesús un sábado enseñando en una sinagoga, y había una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía dieciocho años; estaba encorvada, y no podía en modo alguno enderezarse. Al verla Jesús, la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad». Y le impuso las manos. Y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios.
Pero el jefe de la sinagoga, indignado de que Jesús hubiese hecho una curación en sábado, decía a la gente: «Hay seis días en que se puede trabajar; venid, pues, esos días a curaros, y no en día de sábado». Le replicó el Señor: «¡Hipócritas! ¿No desatáis del pesebre todos vosotros en sábado a vuestro buey o vuestro asno para llevarlos a abrevar? Y a ésta, que es hija de Abraham, a la que ató Satanás hace ya dieciocho años, ¿no estaba bien desatarla de esta ligadura en día de sábado?». Y cuando decía estas cosas, sus adversarios quedaban confundidos, mientras que toda la gente se alegraba con las maravillas que hacía.