Rompió a hablar el mudo

En estos tiempos modernos debemos tener mucho cuidado con las palabras que usamos. Hay mucha sensibilidad en el manejo de los términos relacionados a personas con discapacidad o el tema de la equidad de género. En definitiva, vivimos en una cultura basada en el manejo adecuado de las palabras como símbolo de que uno se suma a las causas, como por ejemplo decir siempre “todos y todas”.

En tiempos de Jesús no existía tantas sutilezas. Lo que sí pasaba era que, en el poder de Dios, se sanaban las personas y se expulsaban demonios. El Señor manifestaba de manera extraordinaria su poder. Estas limitaciones físicas, como la mudez, son símbolo de otras más profundas o espirituales.

La mudez física es símbolo de la mudez espiritual. Así como el mudo no puede hablar, hay personas que no pueden hablar de Dios. Cuando se expresan, viven “acabando” con medio mundo. Murmuran de todo. Nunca están conformes. Esta mudez consiste en la incapacidad de bendecir o hablar bien de Dios en la historia.

¡Ánimo! Dios cura esa enfermedad tan mortal. Dios nos hace hablar correctamente. Nos hace hablar bien de Dios en la historia. Nos hace alabar al Señor en la vida sabiendo que él nos ama y todo lo ha hecho bien. Hoy es importante que nuestra boca se abra solamente para bendecir al Señor en todo tiempo. Dios nos ayuda y bendice. Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,14-23): En aquel tiempo, Jesús estaba expulsando un demonio que era mudo; sucedió que, cuando salió el demonio, rompió a hablar el mudo, y las gentes se admiraron. Pero algunos de ellos dijeron: «Por Beelzebul, Príncipe de los demonios, expulsa los demonios». Otros, para ponerle a prueba, le pedían una señal del cielo. Pero Él, conociendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, y casa contra casa, cae. Si, pues, también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo va a subsistir su reino?, porque decís que yo expulso los demonios por Beelzebul. Si yo expulso los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan vuestros hijos? Por eso, ellos serán vuestros jueces. Pero si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios. Cuando uno fuerte y bien armado custodia su palacio, sus bienes están en seguro; pero si llega uno más fuerte que él y le vence, le quita las armas en las que estaba confiado y reparte sus despojos. El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama».

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