¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?

Me parece que casi todos los cristianos, y una gran cantidad de personas en el mundo, conocen las historia de los Diez Mandamientos. Esa historia de Dios grabando en tablas de piedra sus mandatos o enseñanzas, es conocida universalmente. Hay pinturas, esculturas y diversas formas de arte que representan la historia en la que Dios la ley a Moisés en el monte Sinaí. Dios les muestra a su pueblo el camino de la felicidad a través de palabras de vida. Les dice y nos dice que amar a Dios y amar al prójimo es el camino de la vida eterna. ¿Cuál es la paradoja de este regalo del Señor?

La verdad es que no hemos podido cumplir esta ley. Jesucristo ha mostrado la incapacidad que tenemos todos de amar al prójimo cómo Él nos ha amado. Dice que aquel que desee a la mujer de su hermano en el corazón ya ha cometido adulterio o si le ha dicho algo “descompuesto” ya le ha matado en el corazón… es como la ley de Moisés al cuadrado. ¡Tremendo!

La buena noticia en la Cuaresma es que sepamos que por esa razón que Jesús vino al mundo, para darnos las gracias necesarias para realizar su nueva ley en nuestra vida. Como dice San Pablo, ciertamente hacer el bien no está a nuestro alcance, pero con la gracia de Jesús si podemos hacerlo. ¡Ánimo! No te desanimes. Dios está con nosotros y nunca nos deja solos. Él siempre nos da la ayuda adecuada en el momento adecuado. Bendiciones,

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 12,28b-34): En aquel tiempo, uno de los maestros de la Ley se acercó a Jesús y le hizo esta pregunta: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?». Jesús le contestó: «El primero es: ‘Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No existe otro mandamiento mayor que éstos».

Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios». Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.

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