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Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?

Estamos en una época donde el “soplo de los vientos” está de moda. Los vientos soplan y las personas parecen vivir en función de la dirección que indiquen los mismos. También significan algo más que una simple metáfora.

La vida está llena de situaciones de “inestabilidad climática”. Un día despertamos, salimos a la calle y todo nos sale tan bien que parece que estamos viviendo un día soleado y tranquilo. Quisiéramos que esa fuera la realidad de todos los momentos de la vida. Vivir en una clase de “paraíso tropical” donde no hay estaciones y el año vive en una especie de eterno verano. Esto no representa la verdad de la existencia humana.

Nos enfrentamos con frecuencia a momentos difíciles. Situaciones que nos hacen sufrir o inquietar. Hay momentos en nuestra vida en los que parece que estamos en medio de un huracán categoría 5, con vientos que amenazan con destrozarnos. La salud de un ser querido empeora, un hijo o hija tiene dificultades en el colegio, el matrimonio no marcha como quisiéramos; en fin, estamos con los “vientos en contra”. Ante esta situación nos asustamos, dudamos, perdemos la Fe.

Jesús en el evangelio nos invita a vivir estos momentos de una forma distinta. Los momentos difíciles de la vida, que siempre tendremos mis queridos hermanos, se viven mirando a Jesús. En este gesto queremos significar que la actitud de un hombre o mujer cristiana debe ser la de poner siempre su confianza en el Señor. Orar y esperar siempre en Dios. Al que confía en Él, siempre le llega la “calma” a su vida. ¡Ánimo! No estás solo.Él siempre está con nosotros, cuidándonos y protegiéndonos.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 14,22-36): En aquellos días, cuando la gente hubo comido, Jesús obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de Él a la otra orilla, mientras Él despedía a la gente. Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí.

La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios, zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la noche vino Él hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían: «Es un fantasma», y de miedo se pusieron a gritar. Pero al instante les habló Jesús diciendo: «¡Animo!, que soy yo; no temáis». Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir donde tú sobre las aguas». «¡Ven!», le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. Pero, viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: «¡Señor, sálvame!». Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?». Subieron a la barca y amainó el viento. Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo: «Verdaderamente eres Hijo de Dios».

Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Los hombres de aquel lugar, apenas le reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y le presentaron todos los enfermos. Le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaron salvados.