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¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!

En varias ocasiones Jesús utilizó la figura del banquete para explicar en qué consiste el reino de los Cielos. Es hermoso imaginar la realización del reino de Dios como una fiesta. ¿Todos los que somos invitados a participar de ella valoramos igual el significado de dicho encuentro?

Muchos de nosotros sabemos dar muy buenas excusas para faltar a la iglesia, no poner en práctica su palabra o simplemente no incluir a Dios en las decisiones importantes de nuestra vida. Nunca tenemos tiempo, estamos muy ocupados o tenemos tareas mucho más importantes que hacer las tareas de Dios.

El Señor nos invita a ponerle por encima de todas nuestras prioridades. ¡Somos invitados a una fiesta! ¿Cómo puedes perdértela? El reino de los Cielos es para tí. No te lo pierdas.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 14,15-24): En aquel tiempo, dijo a Jesús uno de los que comían a la mesa: «¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!». Él le respondió: «Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos; a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: ‘Venid, que ya está todo preparado’. Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: ‘He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses’. Y otro dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses’. Otro dijo: ‘Me he casado, y por eso no puedo ir’.

»Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo: ‘Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos’. Dijo el siervo: ‘Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio’. Dijo el señor al siervo: ‘Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa’. Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena».

Yo le conozco, porque vengo de Él y Él es el que me ha enviado

Reconocer que Jesús es el Señor y Salvador del mundo es una gracia de Dios. Ninguna persona puede llegar a esa experiencia sin la asistencia especial del Espíritu Santo. Muchos de su tiempo no quisieron reconocerle. A nosotros nos puede pasar lo mismo.

Cuando actuamos según nuestr voluntad dando la espalda a la acción de Dios. En aquellos momentos en los que no pensamos en lo que Dios quiere en nuestra vida y preferimos hacer nuestra voluntad. Es en estas circunstancia cuando no reconocemos que Jesús y sus enseñanzas vienen de Dios para nuestra salvación.

La Cuaresma, como tiempo litúrgico, es una preparación y ayuda adecuada para aprender todos los días a reconocer a Jesús en nuestra vida. ¡Bendita Cuaresma! ¡Benditos tiempos en los que se hace posible el encuentro con nuestro Dios y salvador!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 7,1-2.10.14.25-30): En aquel tiempo, Jesús estaba en Galilea, y no podía andar por Judea, porque los judíos buscaban matarle. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. Después que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces Él también subió no manifiestamente, sino de incógnito.
Mediada ya la fiesta, subió Jesús al Templo y se puso a enseñar. Decían algunos de los de Jerusalén: «¿No es a ése a quien quieren matar? Mirad cómo habla con toda libertad y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido de veras las autoridades que éste es el Cristo? Pero éste sabemos de dónde es, mientras que, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es». Gritó, pues, Jesús, enseñando en el Templo y diciendo: «Me conocéis a mí y sabéis de dónde soy. Pero yo no he venido por mi cuenta; sino que me envió el que es veraz; pero vosotros no le conocéis. Yo le conozco, porque vengo de Él y Él es el que me ha enviado». Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.