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Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino

El paraíso existe. Algún lector cristiano puede extrañarse con esta declaración. Da por supuesto que todos creen esa verdad espiritual. Pero les informo, no es así.

Cada vez menos personas creen en las realidades eternas. Se pone en duda la existencia del cielo, el infierno y el pulgatorio. De hecho, ¿cómo un ateo o indiferente puede creer en estas cosas? A todos ellos les parecen cuentos de hadas y creencias del pasado. Ponen la seguridad en la tecnología y la ciencia. Solo creen en lo que pueden ver y tocar.

Nosotros por la fe creemos que existe la vida eterna. Que nuestra existencia no acaba con la muerte. Tenemos la certeza de que un día seremos juzgados por nuestras obras y premiados con el acceso al cielo. Mostremos al mundo, con nuestros hechos, que creemos en la vida futuro. Que nuestras obras sean de vida eterna. Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 23,33.39-43): Cuando los soldados llegaron al lugar llamado Calvario, crucificaron allí a Jesús y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!». Pero el otro le respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino». Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso».

Él es aquí consolado y tú atormentado

Cuando miramos nuestra vida aquí en la tierra y repasamos los acontecimientos que experimentamos día a día, nos da la impresión que algunas cosas no son perfectas. Algunos tienen la tendencia de ver siempre “el vaso medio vacío, en lugar de verlo medio lleno”. Es una tendencia de interpretar los acontecimientos como males que debemos padecer. 

En las sagradas escrituras hay dos figuras:  Lázaro y un hombre rico. El primero padeció “males”, el segundo vivió una vida de placeres y desenfreno. Estos llamados males que Lázaro sufrió son imagen de las carencias y sufrimientos que nos toca a todos padecer. Nos falta el cariño de alguien, las cosas no sales siempre como queremos o tenemos que experimentar una enfermedad o dolencia de cuerpo y alma. Esa es la vida. Está llena de momentos de felicidad y también de tristezas.

En el evangelio se nos invita a mirar al cielo. A poner nuestra seguridad en las cosas celestes, no en las de la tierra. Es mejor padecer carencias aquí que sufrir eternamente en la lejanía de Dios. Esa es la clave para entender nuestra vida y su propósito celestial.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 16,19-31): En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: «Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y un pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico pero hasta los perros venían y le lamían las llagas.
»Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: ‘Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama’. Pero Abraham le dijo: ‘Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros’. 
»Replicó: ‘Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento’. Díjole Abraham: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan’. Él dijo: ‘No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán’. Le contestó: ‘Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite’».

Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso

Las sagradas escrituras relatan una conversación sostenida entre Jesús y unos ladrones en el momento de la crucifixión. Como resultado de dicho diálogo, el Señor le dice a uno de ellos: “hoy estarás conmigo en el Paraíso”. ¿Como puede Jesús decir semejante cosa a un condenado por actos criminales?

Muchos de los que hemos recibido una iniciación cristiana a temprana edad conocimos del infierno y del cielo. Los cristianos creemos que las cosas no terminan con la muerte física. Nuestra Fe nos dice que después de morir vamos al cielo o al infierno. La pregunta sería: ¿qué debemos hacer para ir al cielo?

Precisamente el relato del Señor con los malhechores da respuesta a esta interrogante existencial. En esta vida toca arrepentirse de los males cometidos. Hemos pecado y mucho. Es por eso que la actitud del ladron arrepentido es una invitación para que todos hagamos lo mismo.

¿Quieres ir al cielo? Confiesa y arrepiente de tus pecados y confía en el amor de Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 23,33.39-43): Cuando los soldados llegaron al lugar llamado Calvario, crucificaron allí a Jesús y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!». Pero el otro le respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino». Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso».