No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer

Imaginen la escena de un líder dando de comer a cinco mil personas. Se escucharían por los “cuatro costados” de la nación, los gritos de la gente diciendo: “ese sí e’bueno!”, “Jesús, sin tí, se hunde este país”, y “Jesucristo 2016-hasta que quiera”.

El pueblo necesita siempre alguien que le de. Alimento, vestido, vivienda son sólo algunas de las demandas sociales de todos los tiempos. Una población que tiene hambre espera de su líder que le de algo de comer.

Este evangelio tiene un sentido mucho más profundo. No se trata aquí de explicar un milagro en el sentido material. Jesús dice a sus discípulos “dadles vosotros de comer”. ¿Qué significan estas palabras?

Comer no es una solución plena a la realidad profunda del ser humano. Todos los que hemos trabajado en algún tipo de servicio social sabemos que nunca es suficiente. Siempre hay necesidad de servicios materiales. La pobreza no se combate mediante programas asistenciales. Se deben crear, para ayudar definitivamente, capacidades que permitan a las personas generar por sus propios medios los recursos que necesitan. Aquí está el punto de la cuestión.

Los apóstoles también eran como esos hombres. Llenos de hambre, sed y desnudez. Pero esta realidad no es material, es espiritual. ¡Los discípulos han comido del amor de Dios! Han hecho experiencia de comer y beber la “leche y miel” que significa el amor de Dios y el amor de los hermanos. Al hacer esto han quedado verdaderamente saciados. Su vida se ha llenado plenamente. Este amor ha creado en ellos “capacidades” que les han hecho dar lo que han recibido.

Este evangelio nos invita a evangelizar. Nos invita a dar gratis lo que gratis hemos recibido. Dios nos llama a “dar de comer” a tanta gente que necesita de un alimento que el mundo no les puede dar. ¡Ánimo! Si verdaderamente estás saciado, “dadle vosotros de comer”.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 14,13-21): En aquel tiempo, cuando Jesús recibió la noticia de la muerte de Juan Bautista, se retiró de allí en una barca, aparte, a un lugar solitario. En cuanto lo supieron las gentes, salieron tras Él viniendo a pie de las ciudades. Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos.

Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: «El lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida». Mas Jesús les dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer». Dícenle ellos: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces». Él dijo: «Traédmelos acá».

Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos. Y los que habían comido eran unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

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