La resurrección es como una potente luz que se enciende en medio de una habitación a oscuras. Lo ilumina todo y no hay tinieblas que pueda resistir a su influjo y poder.
El misterio pascual de un Jesús que muere y resucita no se entiende por muchos. Inclusive es rechazado por varias personas especialmente los del pueblo de Israel.
En el evangelio se aprovecha esta realidad para llamar a la Fe a todos y todas. ¡Dichoso aquel que cree! Su vida quedaría iluminada.
Es buena obra creer en que nuestro Dios nos ha salvado y resucitado en Jesús. Abrir nuestro corazón a la resurrección para que la alegría pascual perdure siempre con el sol que sigue iluminado el día por millones de años.
Leer:
Texto del Evangelio (Jn 3,16-21): En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios».