Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador

Siempre me ha impresionado escuchar el decálogo de alcohólicos anónimos. En su primer principio está “reconocer que tienen un problema”. Pareciera que lo más difícil para alguien que padece algún vicio o adicción es reconocer que lo tiene. Esa es la mayor de todas las dificultades.

En la base de todo conflicto o malestar está nuestra incapacidad de reconocer nuestra contribución al problema, es decir, que somos también culpables o responsables. Tendemos siempre a excusarnos y defendernos.

Debemos hoy en primer lugar reconocernos pecadores para que también hoy podamos valorar la maravillosa elección que Dios ha hecho en nuestra vida.

Somos elegidos por Dios no por nuestras virtudes. Su misericordia es inmensa y eso nos hace merecedores de su amor. Disfrutemos hoy de la misericordia de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 5,1-11): En aquel tiempo, estaba Jesús a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre. 
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar». Simón le respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes». Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían. Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador». Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres». Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron.

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