Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas

Un amigo, que ocupaba una importante posición, me preguntó una vez: “¿por qué los cristianos hacen enaltecen la pobreza?”. Esta pregunta no es tonta. En un mundo donde el éxito y la felicidad se mide por el nivel de riqueza es lógico preguntar porque hay personas que optan libremente por ser pobres.

Nadie quiere la pobreza. Ni los individuos ni las organizaciones y mucho menos los países. La lucha de todos los días es como lograr acumular riqueza para poder vivir mejor, que nos admiren y ser más felices. Esa es la tendencia natural de toda la raza humana. Ante esta realidad, ¿qué nos quiere decir el Señor cuando manda a sus más cercanos sin nada a recorrer caminos y pueblos predicando el evangelio?

Hace unos años tuve el privilegio o gracia de Dios de poner en práctica esta palabra. Fuimos enviados muchos de dos en dos por diversos países de América. En el momento que llevábamos a los lugares inmediatamente noté que lo que más llamaba la atención de nuestra experiencia es que íbamos sin nada. Más que nuestras palabras, siempre nos preguntaban que donde íbamos a dormir y que habíamos comido y ante esta pregunta siempre respondíamos: no lo sabemos.

El total desprendimiento y nuestro sometimiento radical a la providencia de Dios nos hacía obrar “señales y prodigios”. En una sociedad donde todo se basa en tener y cada día mucho más, encontrar personas que se desprendían totalmente y confiaban plenamente en la providencia de Dios era un verdadero espectáculo que certificaba que realmente veníamos de parte de Dios.

El Señor nos envía a esta generación acompañados de señales evangélicas. Más que los milagros físicos, lo que más llama la atención a esta humanidad consumista es es ver evangelizadores que ponen su confianza total en Dios. Hermanos y hermanas, pongamos en práctica esta palabra.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 6,7-13): En aquel tiempo, Jesús llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas». Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos». Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

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