Effatá

El tema de la discapacidad adquiere una importancia creciente en nuestra época. Las sociedades modernas diseñan ciudades, programas de asistencia e implementan programas de ayuda tomando como centro las personas con discapacidad. La sordera es una de las discapacidades más extendidas y también es tema del mensaje evangélico de Jesús.

Las escrituras hablan de un sordo al cual Jesús curó. Un milagros ciertamente pero que tiene una significación mucho más profunda. La falta de habla o escucha es símbolo de una realidad existencial que nos afecta a todos y todas.

En nuestra vida hemos padecido sordera y mudez en el sentido espiritual. No hemos podido escuchar a Dios que nos habla todos los días… SI… ¡Nos habla todos los días! Algunos no sabemos o no hemos sabido escuchar a Dios que dialoga con nosotros en la historia a través de los acontecimientos de la vida. El Señor nos habla a través de la enfermedad o un ascenso en el trabajo, nos quiere decir algo en la humillación o en el reconocimiento, nos invita a convertirnos cuando las seguridad afectivas del prójimo nos falla, en fin, él está hablando y no escuchamos.

Cuando alguien no escucha tampoco puede hablar. El lenguaje se aprende gracias a que podemos oír. Por eso sin discapacidades muy relacionadas. Esa es la razón por la que muchas veces en lugar de bendecir a Dios por algo que nos pasa lo que hacemos es maldecir. La clave de la alabanza está en saber descubrir a Dios en todos los aspectos de nuestra vida.

Hay una palabra que Dios quiere que escuches hoy y esa es que ¡TE AMA! Amarte es su esencia y quiere que “escuches su voz” todos los días para que también puedas proclamar sus alabanzas, amores y bendiciones. ¡Qué bueno es Dios! El da sentido a nuestra vida y nos promete siempre un futuro mejor: la vida eterna.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 7,31-37): En aquel tiempo, Jesús se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. Él, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir: “¡Ábrete!”.

Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

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