El Reino de Dios está cerca de vosotros

Lo mismo de ayer. La misión que tiene todo cristiano es hacer presente aquí en la tierra el mensaje del Reino de Dios. ¿Cómo se hace eso?

Jesús, al momento de enviar a sus discípulos de dos en dos, les envía fundamentalmente en la precariedad. Muestran con sus gestos, acciones y forma de vida lo que predican.

Como testimonio puedo decirles lo siguiente. Hace 14 años también fui enviado en una experiencia de misión que pone en práctica la palabra de hoy. Me tocó llevar de parroquia en parroquia la buena noticia del reino en la diócesis de Boston, en Estados Unidos. Fue una experiencia radical que marcó mi vida para siempre. Íbamos de dos en dos sin dinero, caminando sólo con las escrituras y durmiendo donde nos acogían, si esto último pasaba. Dormimos en parques, pasamos días sin comer, caminamos muchos kilómetros, pero lo más importante fue la inmensa alegría que esto produjo en nuestros corazones.

Entre otras cosas, lo que más me ayudó en mi Fe fue constatar en carne propia el poder de la precariedad. Nosotros éramos el mensaje. Nos veían sacerdotes y laicos y todos reconocían que si dos personas eran capaces de dejarlo todo e ir sin dinero por las calles de Boston confiando plenamente en la providencia de Dios, era porque el Reino de Dios ha llegado ya. Las personas sólo hacen eso cuando hay algo superior a todo lo que este mundo puede ofrecer.

Hermanos y hermanas. ¡El Reino de Dios ha llegado! Vive la vida con alegría. La muerte ha sido destruida en la Cruz de Jesús y nos da acceso a una vida nueva que no conoce el ocaso.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,1-12): En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.

»En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’.

»En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: ‘Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca’. Os digo que en aquel día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad».

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