Nada hay oculto que no quede manifiesto

Cuando algo nos sale bien, nuestra tendencia es darlo a conocer a todos y todas. Un reconocimiento, medalla o logro personal nunca queda en lo secreto. Siempre hacemos notar las cosas que entendemos tienen importancia.

En el caso de nuestra Fe, sucede algo parecido. Dios no nos ha llamado para “mantenernos en lo secreto”. Es decir, que si hemos sido llamados a ser cristianos, estamos para iluminar con nuestras obras al mundo entero. Tenemos la misión de ser “sal y luz del mundo”.

¿Cuáles son estás obras que pueden iluminar esta generación? El amor en la dimensión de la cruz y la perfecta unidad. Dios nos llama a mostrar la naturaleza de Cristo actuando en nuestra vida. Nos invita a iluminar mediante el amor y el perdón a nuestro prójimo.

¡Ánimo hermanos! Tenemos la oportunidad de bendecir en lugar de maldecir, de ser luz en vez de oscuridad, de dar amor en lugar de odio. Esa es la luz que puede transformar hoy el mundo entero.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 8,16-18): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija, o la pone debajo de un lecho, sino que la pone sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Pues nada hay oculto que no quede manifiesto, y nada secreto que no venga a ser conocido y descubierto. Mirad, pues, cómo oís; porque al que tenga, se le dará; y al que no tenga, aun lo que crea tener se le quitará».

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