¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos?

Todos los padres que lean el evangelio de hoy saben muy bien que los niños no son tan angelitos como parecen. Las tías, tíos, abuelos y hasta los hermanitos mayores saben que un niño es travieso y que muchas veces se porta mal. Entonces, ¿cuál es la cualidad de un niño a la que Jesús hace referencia?

Los niños, más que cualquier cosa, confían absolutamente en sus padres. Ellos gritan, lloran, son crueles con sus amiguitos y hasta hacen rabietas, pero si hay algo que verdaderamente los caracteriza es que para ellos su padre y madre son todo. Un niño o niña sabe muy bien que si está en los brazos de su padre nada malo le pasará. Jesús toma ese rasgo de un padre y lo refiere al padre de los padres. ¡A Dios mismo!

Seamos sinceros. ¡Nadie abandona 99 ovejas para salir a buscar una sola! Es como decir que dejamos 99,000 pesos para ir a cobrar 1,000. Jesús propone esta palabra porque hace referencia a la confianza desmedida que un hijo pone en su padre. Para un niño, su padre lo sabe todo y lo puede todo. Un padre, a los ojos de su hijo pequeño, es capaz de darle la vuelta al mundo entero con tal de complacerlo. Es lo más parecido a un súper héroe. Es lo más cercano a Dios.

El Señor hoy nos propone que tengamos esa confianza en Él. Que pongamos nuestra seguridad en su amor. Dios, nuestro padre, provee y nos cuida. ¿Tienes alguna dificultad? Espera en el Señor, Él te cuidará y rescatará como un “súper padre” salva a su niño pequeño.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 18,1-5.10.12-14): En una ocasión, los discípulos preguntaron a Jesús: «¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos?». Él llamó a un niño, le puso en medio de ellos y dijo: «Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos. ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños».

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