Hijo, tus pecados te son perdonados

La oscuridad interior que se genera cuando pecamos es tremenda. Nos sentimos perdidos cuando nos alejamos de la voluntad de Dios. El plan del Señor es que tengamos vida y nosotros estropeamos ese plan con nuestros pecados.

El milagro más grande que Jesús quiere realizar en nosotros es que nos sintamos perdonados por Dios. El perdón es la manifestación más grande del amor de Dios. Necesitamos ser acogidos por un Dios Padre que lleno de misericordia nos limpia de todos nuestras manchas. El milagro físico está en función del milagro moral que Dios quiere hacer con nosotros.

¡Ánimo! Vamos a presentarnos ante el Señor con humildad y deseo de amarle profundamente. ¡Dios ha perdonado todos nuestros pecados! ¡Que bendición!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 2,1-12): Entró de nuevo en Cafarnaum; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa. Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y Él les anunciaba la Palabra.

Y le vienen a traer a un paralítico llevado entre cuatro. Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo encima de donde Él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados».

Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones: «¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?». Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dice: «¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate, toma tu camilla y anda?’ Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados -dice al paralítico-: ‘A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’».

Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: «Jamás vimos cosa parecida».

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