Si quieres, puedes limpiarme

La lepra es una enfermedad terrible. En la antigüedad era aún peor. No existía un tratamiento médico adecuado. Y para colmo, los que padecían dicha dolencia eran excluidos de la sociedad y declarados impuros. Nadie podía tocar un leproso. ¡Jesús si lo hizo!

Nuestro Señor Jesucristo tocó y sanó a los leprosos. Les mostró su amor. No los rechazaba. Les amaba y con su amor sanaba sus padecimientos. El amor lo cura todo. La cercanía de Dios transforma profundamente la vida de las personas.

Dejémonos tocar por el Señor. Permitamos que nos toque y nos transforme. Convirtamos nuestra vida en un testimonio vivo de amor de Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 1,40-45): En aquel tiempo, vino a Jesús un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme». Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio». Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió al instante prohibiéndole severamente: «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio».

Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a Él de todas partes.

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