Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará

El Señor mira el corazón y no las apariencias. Nuestro Dios habita en lo profundo de nuestra alma y nos da la gracia de hacer su voluntad, y ¿cuál es? Que vivamos en comunión con Él.

Vivimos en un combate diario contra la carne, el mundo y el demonio. Este combate intenta separarnos de Dios y su voluntad. Es por eso que necesitamos armas espirituales que nos ayuden a salir victoriosos. Dichas ayudas divinas son el ayuno, la limosna y la oración. Dichas prácticas ascéticas no son para ser visto por las personas.

No podemos instrumentalizar las prácticas cristianas para que las personas vean que somos supuestamente buenos. Es por eso que nuestro Señor quiere que se realicen con la intención correcta. Nos invita a practicar nuestros ejercicio de piedad con un corazón limpio y con un profundo deseo de hacer siempre su voluntad. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 6,1-6.16-18): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

»Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

»Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará».

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