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Mirad y guardaos de toda codicia

¿Quieres ser rico? ¿Te gustaría tener muchos bienes? Esa es la aspiración de todos en este tiempo. Los programas de televisión, la radio y hasta en internet encontramos muchísima publicidad invitándonos a recorrer un camino mágico que nos permitirá hacernos millonarios si damos algunos pasos sencillos.

La pregunta desde la fe sería ¿esa es la razón de ser de la vida humana? Jesús con sus palabras nos hacía ver la verdad. Nos mostraba que no podemos caer en el peligro de adorar el dinero. Nos invitaba a no hacernos ídolos de las cosas materiales. El afán desmedido por el dinero puede ser, y de hecho es así casi siempre, el origen de todo mal o corrupción.

Dios nos ha hecho libres. Él es un padre amoroso que siempre provee para sus hijos. No hay nada que pueda superar al Señor en generosidad. Sea nuestro afán diario hacer la voluntad de Dios. Lo demás nos llegará por añadidura. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 12,13-21): En aquel tiempo, uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo». Él le respondió: «¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?». Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes».

Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: ‘¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?’. Y dijo: ‘Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea’. Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?’. Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios».

Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes

¿Cuál es tu proyecto de vida? ¿Qué buscas en esta existencia? ¿Fama, dinero y poder? Todo esto es vanidad de vanidades si en nuestras vidas no está Dios. Todo lo que podamos acumular en ésta tierra perece y muere. Él amor de Dios es eterno, nunca muere.

Es importante que hoy podamos hacer desprendimiento de todos los bienes materiales y acumular bienes espirituales. Ellos nos permiten vivir en libertad, en Alegría y en paz.

Pongamos nuestro corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Es la única manera en que podemos vivir aquí en la plenitud de la Alegría. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 12,13-21): En aquel tiempo, uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo». Él le respondió: «¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?». Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes».

Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: ‘¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?’. Y dijo: ‘Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea’. Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?’. Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios».

Mirad y guardaos de toda codicia

Todos aspiran a acumular riqueza. Parece que el enfoque de toda la humanidad está en tener dinero y disfrutar de placeres mundanos. El problema es que por más quebrada busquemos la vida en lo material, tendremos felicidades pasajeras, pero no eternas o permanentes.

Jesús, nuestro Señor, ofrece otro camino. Nos advierte que la vida no está asegurada en los bienes y nos invita a vivir en libertad. El hombre o mujer verdaderamente libre tiene una felicidad interior que no puede quitársela nadie. Ni la abundancia ni la escasez. Ni la guerra ni la paz. Es decir, nada externo puede intranquilizar su alma.

Pongamos nuestra seguridad solo en Dios. Lo demás nos vendrá por añadidura. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 12,13-21): En aquel tiempo, uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo». Él le respondió: «¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?». Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes».

Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: ‘¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?’. Y dijo: ‘Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea’. Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?’. Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios».

La vida de uno no está asegurada por sus bienes

Todos los seres humanos buscamos ser felices en esta vida. Hacemos de las cosas o bienes ídolos a los que le pedimos gratificación, bienestar y felicidad. Por ejemplo, hay una frase popular que dice: el dinero no es la felicidad pero contribuye mucho a ella.

Lo cierto es que muchos famosos y celebridades han muerto en la soledad y tristeza profunda. Lo tiene todo, pero no les sirve para nada. Descubren la verdad que Dios ha rebelado en Jesucristo. Solo el desprendimiento radical y absoluto de los bienes de este mundo nos permite tener una relación sana y libre con estos mismo bienes.

Amar a Dios por encima de todas las cosas es experimentar la felicidad absoluta. Un corazón libre para amar y vivir la vida sin ataduras materiales es la perfecta felicidad. No seamos codiosiosos. No acumulemos en esta vida. Seamos libres para amar a Dios con todo el corazón, la mente y más fuerzas.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 12,13-21): En aquel tiempo, uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo». Él le respondió: «¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?». Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes».

Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: ‘¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?’. Y dijo: ‘Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea’. Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?’. Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios».