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Los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre

En el mundo convivimos todo tipo de seres humanos. Dice la revelación que como consecuencia del pecado original todos los hombres están sujetos al pecado, a la debilidad y a la tentación de caer en el mal. Dice San Juan en sus cartas que todos hemos pecado, que el que dice que no es un mentiroso. Entonces, ¿quién podrá salvarse?

El Señor nos invita a ser buena tierra. Nos dice que debemos acoger la semilla de la palabra de Dios y dar frutos. Nos invita a renunciar a las ambiciones materiales, al afán por hacer prevalecer nuestras ideas por encima de los demás y aceptar la historia que Dios nos está regalando. Nos invita a la humildad, a la sencillez y a la alabanza.

Recordemos que somos llamados a ser verdaderos hijos de Dios. Hombres y mujeres que ponen en práctica la palabra divina. Si lo hacemos así estaremos viviendo desde aquí el reino de los Cielos. ¡Adelante!

Leer:
Texto del Evangelio (Mt 13,36-43): En aquel tiempo, Jesús despidió a la multitud y se fue a casa. Y se le acercaron sus discípulos diciendo: «Explícanos la parábola de la cizaña del campo». Él respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el Diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.

»De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».

Ella, levantándose al punto, se puso a servirles

El anuncio de la buena noticia se concretizaba, en tiempos de Jesús, con señales y prodigios. Una característica fundamental de la misión de Jesús aquí en la tierra era que los enfermos quedaban sanos y los endemoniados liberados de sus posesiones. La buena nueva del evangelio produce liberación y sanación. ¿De qué te ha sanado Dios?

La fiebre, como la que padecía la suegra de Simón Pedro, es símbolo de todas las enfermedades físicas y espirituales que tenemos o hemos tenido. La enfermedad nos impide todo. No nos permite servir, amar, donarnos, perdonar; en fin, nos impide amar al prójimo. 

La buena noticia consiste en que Jesús viene a darnos salud hoy. Pídele a Dios, como los presentes le rogaron por la suegra de Simón Pedro. La clave está en la oración de Fe y humilde. Si! Ora, porque esa es el arma que Dios pone a nuestro alcance para poder ser liberados. Pídele al Señor tu liberación y Él te ayudará. ¡Ánimo! Te Fe.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 4,38-44): En aquel tiempo, saliendo de la sinagoga, Jesús entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con mucha fiebre, y le rogaron por ella. Inclinándose sobre ella, conminó a la fiebre, y la fiebre la dejó; ella, levantándose al punto, se puso a servirles. A la puesta del sol, todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los llevaban; y, poniendo Él las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. Salían también demonios de muchos, gritando y diciendo: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero Él, conminaba y no les permitía hablar, porque sabían que él era el Cristo. 

Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar solitario. La gente le andaba buscando y, llegando donde Él, trataban de retenerle para que no les dejara. Pero Él les dijo: «También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado». E iba predicando por las sinagogas de Judea.