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Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio

Siempre miramos las apariencias. Estamos pendientes de los defectos de los demás. Juzgamos a los otros como inferiores a nosotros. Es uno de los grandes pecados.

Jesús también fue despreciado. Al visitar su pueblo la gente lo miraba con desdén. Él había crecido en medios de ellos. No podían mirar más allá de sus narices. Tenía de frente a ellos al salvador del mundo entero y no cuenta se daban.

¡Que no nos suceda lo mismo! Estemos pendientes de las manifestaciones de Dios en todos los momentos sencillos de la vida. Aprendamos a descubrir la presencia del Señor en el hermano que nos corrige, en el acontecimiento que nos humilla y en los momentos de alegria. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,54-58): En aquel tiempo, Jesús viniendo a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: «¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?». Y se escandalizaban a causa de Él. Mas Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio». Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe.

Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio

El profetismo es importante para la relación nuestra con Dios. Todos los que tenemos Fe o estamos abiertos a tenerla necesitan de un profeta que le hable o anuncie de parte de Dios. Es gracias al profeta que se siente la presencia del Señor entre nosotros.

El gran dilema es que mucho pueden caer en el error de rechazar al profeta. Esto se debe a que como el profeta anuncia y denuncia puede hacerse incómodo para aquellos que les gusta el anuncio pero no la denuncia.

Aceptemos lo que el profeta que Dios ha puesto en nuestra vida (presbítero, catequista, padre o madre, amigo) nos tiene que decir. Dejemos aún lado nuestros bloqueos y dejemos que la acción de Dios senadora actúe a través de sus siervos.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 6,1-6): En aquel tiempo, Jesús salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguen. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto?, y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?». Y se escandalizaban a causa de Él. Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio». Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.

Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio

Mirar las apariencias es algo muy humano. Cuando vemos algo automáticamente nos hacemos una idea de que debe ser o debería ser. Nos inclinamos siempre a realizar juicios de valor a todo lo que vemos o las personas que observamos.

Dios se vale de muchas vías y formas para hacernos llegar su mensaje. Un compañero de trabajo, amigo o simplemente una persona que nos encontramos en la calle puede ser en un momento dado un enviado de Dios en nuestra vida.

Por tanto, es un error juzgar por la apariencia a las personas que Dios ha puesto para nuestra salvación. Podemos fijarnos en los defectos del presbítero o del catequista que nos anuncia la buena de Dios y desestimar el mensaje de Dios que nos ofrece. 

Aprendamos hermanos a ver más allá de las apariencias. Del que menos esperamos puede venir ser el mensajero que Dios ha elegido para darnos su mensaje de amor. 

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,54-58): En aquel tiempo, Jesús viniendo a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: «¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?». Y se escandalizaban a causa de Él. Mas Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio». Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe.