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Le volvió a poner las manos en los ojos y comenzó a ver perfectamente y quedó curado

¿Estás enfermo? No me refiero al coronavirus. Hablamos de las enfermedades que afectan el alma. Son “fiebres” que nos llevan a dejarle de hablar a la pareja, un amigo, un hijo o compañero de trabajo. Son “gripes” que nos quitan el deseo de orar, servir o amar. Son “malestares” que nos hunden en la depresión, tristeza o depresión. ¿Quién puede curarnos? Nuestro Señor Jesús.

El evangelio está lleno de acontecimientos, de hechos concretos donde se manifiesta el poder de Jesús. Su saliva, símbolo de su palabra, lo cura todo, lo alivia todo, lo transforma todo. Dejemos que Cristo nos toque, nos ame, nos perdone. Así podremos sanar y volver a la plenitud de la vida que Dios nos quiere regalar. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 8,22-26): En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegan a Betsaida. Le presentan un ciego y le suplican que le toque. Tomando al ciego de la mano, le sacó fuera del pueblo, y habiéndole puesto saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntaba: «¿Ves algo?». Él, alzando la vista, dijo: «Veo a los hombres, pues los veo como árboles, pero que andan». Después, le volvió a poner las manos en los ojos y comenzó a ver perfectamente y quedó curado, de suerte que veía claramente todas las cosas. Y le envió a su casa, diciéndole: «Ni siquiera entres en el pueblo».

Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos

Hemos conocido predicadores que tienen el don de sanación, que quiere decir que curan las enfermedades a través de la gracia que viene de Dios. Muchas son las personas que han sido liberadas de una dolencia física por la fuerza del Espíritu Santo. ¿Existe alguna otra liberación que Dios realiza en nosotros?

En el mundo hay muchas personas mudas y sordas. Esto no hace referencia a algún tipo de discapacidad física. Lo que quiero decir es qué hay personas que no pueden escuchar la voz de Dios que se comunica a través de diversos hechos. Tampoco pueden hablar de lo bueno que es Dios porque no han visto ni oído sus maravillas.

Pidamos a Dios que nos cure de la sordera y mudez espiritual. Que nos de la gracia de ver, oír y hablas las maravillas divinas. Que podamos gritar al mundo entero que Él nos ama y transforma nuestras vidas. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 7,31-37): En aquel tiempo, Jesús se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. Él, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir: “¡Ábrete!”.

Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».