Gratis lo recibisteis; dadlo gratis

Ayer, en la celebración de palabra que tenemos mis hermanos de comunidad todas las semanas, escuché un hermoso testimonio. Uno de mis hermanos dijo que experimentó una “alegría perfecta” cuando estaba en una misión de dos en dos en Haití. Dicha misión consistía en cumplir radicalmente el evangelio cuando Jesús envió a sus discípulos a anunciar el Reino de Dios de pueblo en pueblo, sin alforja ni dinero, solo con la fuerza del Espíritu Santo que realiza señales y prodigios a través de los enviados a la misión.

Es precisamente esa experiencia uno de los puntos claves del evangelio. Todos aquellos que luego de experimentar en sus vidas La Paz y el amor de Dios se constituyen a si mismos en testigos para el mundo de que la “alegría perfecta” es posible. Sin ningún tipo de seguridad humana, se puede recorrer los caminos y pueblos que Dios indique, sabiendo que Él será Padre y cuidará de nosotros.

Cuando estamos en misión evangelizadora, entramos en una casa y decimos “La Paz”, estamos comunicando lo que ya Dios nos dio antes en la misión: alegría perfecta.

¡Ánimo! Para vivir esta experiencia solo debemos estar dispuestos. ¿Lo estás? Si tú respuesta es sí, ven y verás como se vive plenamente en la seguridad de que Dios nos ama y nos da Paz.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 10,7-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles: «Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis. No os procuréis oro, ni plata, ni calderilla en vuestras fajas; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero merece su sustento. En la ciudad o pueblo en que entréis, informaos de quién hay en él digno, y quedaos allí hasta que salgáis. Al entrar en la casa, saludadla. Si la casa es digna, llegue a ella vuestra paz; mas si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros. Y si no se os recibe ni se escuchan vuestras palabras, salid de la casa o de la ciudad aquella sacudiendo el polvo de vuestros pies. Yo os aseguro: el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad».

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