Mis ovejas escuchan mi voz

Escuchar, en el sentido bíblico, no es lo mismo que oír. Cuando alguien escucha la predicación de un profeta, catequista o presbítero y no pone en práctica lo que dice es como alguien que oye pero no escucha. Por eso es tan potente la imagen escogida por Jesús a la hora de explicar esto.

Cuando un pastor llama a su rebaño todos los animales entienden el mandato. Es como ocurre con alguna mascota. Reconocen la voz de su amo y se ponen en marcha.

Escucha la voz del pastor es seguirle, ponerse en camino, hacer lo que él nos dice.

Hoy tenemos la oportunidad de experimentar la vida eterna al poner en práctica la palabra de nuestro Señor. ¡Ánimo! Con la ayuda del Espíritu Santo podemos hacerlo.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 10,22-30): Se celebró por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón. Le rodearon los judíos, y le decían: «¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente». Jesús les respondió: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno».

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